diumenge, 26 d’agost del 2007

Señor director.

Pues sí, las cartas de los lectores o cartas al director de los periódicos son lo que más me gusta de estos. Parecen el contenido de una caja de sorpresas. Nunca se sabe qué se encontrará en ella. Habitualmente los nombres no nos dicen nada. Son ciudadanos anónimos; tan anónimos que no es infrecuente que digan de sí mismos que son "españolitos de a pie", una expresión hecha muy curiosa pues presupone que hay otros españoles (y no serán españolitos) que van montados en algo. Antes eran los caballeros y ahora también, sólo que hoy los caballos son de vapor. Otras veces los nombres sí dicen. Suelen ser cargos institucionales que se sienten injustamente aludidos en informaciones del periódico o articulistas de éste ajustando cuentas con otros articulistas o lectores conocidos o desconocidos. Hay que ver qué puntillosa es la gente.

Otras veces los nombres nos son conocidos porque se trata de personas especializadas en escribir cartas al director. Saben que la fórmula para que se las publiquen consiste en: 1) ser breves, 2) tocar un asunto relevante de actualidad, 3) ofrecer una explicación u opinión curiosa, nueva, interesante, y 4) no discrepar en exceso de la línea ideológica del diario. Uno reconoce el nombre de alguien que lleva publicadas decenas de cartas. Es la fascinación por ver el nombre propio en letras de molde. Esa misma fascinación que hace que algunos lleven fatal no ver publicadas sus cartas, tanto que, acaban escribiendo una quejándose de que no le publiquen las otras. Y esa sí se la publican.

Al margen de ello, es muy frecuente que en las cartas firmadas por gentes anónimas haya puntos de vista nuevos, opiniones sugestivas, ideas originales. A la gente se le ocurren cosas y le gusta verlas publicadas. Opiniones sobre los asuntos más variados que suelen ser interesantes de conocer. En mi muy insuficiente experiencia de estas lecturas creo que la característica que más abunda es un sanísimo sentido común. Es asombroso lo sensata y realista que es la gente.

Por razones de contenido me da la impresión (no puedo asegurarlo pues no tengo datos) de que lo que más aparecen son denuncias de injusticias, sufridas en propias carnes o en ajenas, con votos para que se enmienden. Es curioso que los "españolitos de a pie" tengan ese caballeresco comportamiento pues ya se sabe que la caballería ordena socorrer a los huérfanos, amparar a las doncellas y remediar las injusticias o desfacer los entuertos.

Aunque también se manifiesta mucho cierto espíritu pesimista, alimentado en la conciencia del excepcionalismo español; conciencia negativa, crítica. "Este país no tiene arreglo" es la expresión que sintetiza un estado de ánimo, relativamente frecuente con el que tampoco es raro que se invoquen los "vicios nacionales" y se convoquen los fantasmas del pasado.

Es también frecuente que, quizá para compensar el anonimato del nombre, el autor se identifique de algún modo que, por lo general, será pertinente al contenido de la carta. Las formas de identificación (y sospecho que por este orden) son la profesión, la edad, la creencia religiosa o la raza. Todas estas formas de identificación tratan de otorgar a lo que se dice el peso de la competencia en el decirlo. Nadie escribe "En mi condición de espeleólogo voy a explicar el misterio de la Santísima Trinidad".

Hay un tipo de cartas que me es especialmente grato, el de quienes hablan de cuestiones cotidianas de convivencia civil, del pactum unionis civilis. No me ciega la pasión si digo que suelen ser muy literarias. Como nos hablan de lo que conocemos por experiencia directa, nos interesan y atraen. Justo lo que hace la buena literatura, que "atrapa" al lector como la tela de araña a la mosca.

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