El laboratorio político en España está en el País Vasco, en segunda medida en Cataluña y en tercera en Galicia. El resto es "tierra del común". De los tres territorios forajidos (en el sentido de fora eixido, que no hay aquí ánimo injurioso), el más peculiar es el vasco y donde más variedad se da. Por ejemplo, con la noticia recién de Navarra. O sea, una parte de Hegoalde, que es el nombre de los nacionalistas para el País Vasco más Navarra que se distingue de Iparralde o País Vasco francés, el conjunto de los cuales se denomina, sabido es, Euskal Herria o País de los Vascos. Un país que se está haciendo a base de ponerle nombres. Tengo dicho que me resulta incomprensible que ETA siga llamándose así, Euskadi Ta Askatasuna, cuando profesa luchar por la askatasuna de Euskal Herria. Mantener el logo demuestra un espíritu mercantil conservador. Claro que renovarlo supondría pasar a llamarse EHTA y no sé si la gente no lo confundiría con la EFTA o el NAFTA.
La manía de convertir los nombres en cosa litigiosa y de cargarlos de significación militante y quién sabe si confesional siempre me ha parecido una muestra de inseguridad colectiva: dudan de su identidad y por eso se empeñan en acuñar nombres y nombres, unos en lucha con otros, de forma que uno acaba sabiendo prácticamente todo sobre el otro según que éste, para referirse a la misma cosa, use los términos provincias vascongadas, Vascongadas, País Vasco, Euzkadi o Euskalerria, a su vez con sus variantes. No consigo quitarme de la cabeza que el país más poderoso de la tierra, los EEUU, cuyos habitantes no tienen duda sobre su identidad nacional, carece de nombre, y no muestra interés por remediar tan lamentable carencia. Nadie los ignora, aunque no tengan un nombre. Ellos mismos se llaman América, como si el resto del continente no existiera. No hay nombre; pero hay cosa. En el País Vasco no hay cosa; pero hay un montón de nombres.
Según arde Canarias y con el presidente en el archipiélago de apagafuegos improvisado los camaradas socialistas navarros le han dejado una patata incandescente en su sillón en Ferraz pidiendo permiso para formar un gobierno "de progreso" con Na Bai. Los incordiantes navarricos han puesto a la dirección del PSOE ante el hic Rodhus, hic salta que tanto le gustaba repetir a Karl Marx o sea, lo que la gente llama "la hora de la verdad". El PSOE tendrá que decidir si admite un gobierno de coalición con un cocktail de nacionalistas o mantiene su egregia soledad y permite gobernar a UPN a base de abstenerse.
La primera opción pone al navío de Ferraz al alcance de las baterias de costa del nacionalismo español. Excuso decir la monserga de aquí a las elecciones: ZP traidor, vendepatrias, entreganavarras, genuflexo y proetarra. La murga podría ser tan densa que el Gobierno podría pensar en adelantar las elecciones para no sufrirla. Esto sin contar con que habría voces dentro del propio partido clamando como San Juan Bautista contra la perversión del tiempo, como San José Bono.
La segunda opción enemista al PSOE con la izquierda, pero no con la española, sino con la vasca. La española, al menos la madrileña, acostumbrada a gobiernos de la derecha, no alcanza a ver por qué haya de ser tan nefando que siga gobernando la derecha navarra cuando, además, es la lista más votada.
Si los socialistas razonan pensando en las urnas lo más probable es que desautoricen a los camaradas navarros. Pero también pueden razonar con su corazón de izquierda. Razonar con el corazón no suele ser provechoso pero, a veces, da gusto hacerlo. Y más gusto da explicarlo. Aunque uno se dé una castaña.
Habrá que ver qué fumata sale de Ferraz. Se admiten apuestas.