dissabte, 14 de juliol del 2007

En el norte.

Ya dije que estaba en La Coruña, a una conferencia en la UIMP en un curso sobre la Unión Europea. Después del evento aprovechamos para visitar la ciudad y montar en el tranvía que hace el trayecto del paseo del alcalde Francisco Vázquez. Pongo un par de fotos en que se ve a Ramón ejerciendo de conductor de tranvia y a Celia de pasajera con Héctor. Por cierto, vaya peripecia la del alcalde Francisco Vázquez que, de regidor cuasi perpetuo de la ciudad, ha pasado a embajador ante la Santa Sede. Hace unas fechas lo vi en un programa de tele, mostrando muy orgulloso, casi levitando, las dependencias de la residencia del embajador. En verdad son regias y encierran muchas riquezas artísticas, depósitos del Museo del Prado y piezas únicas. Y eso de ser embajador en la Santa Sede... una pasada. No es menguada cosa ser embajador en el lugar en donde se inventó la ciencia y el arte de la diplomacia porque, aunque este crédito se le otorgue ordinariamente a la República de la Serenísima veneciana, la cosa fue invento de la Sede de San Pedro.

Más tarde cogimos carretera y manta al sur, a pasar el finde con unos amigos en Baiona, sitio paradisiaco (si el Paraiso puede caer del lado del Atlántico) frente a las islas Cíes, a su vez lugar cargado de magia y leyenda. Siempre que vengo a Galicia se me alborota la parte celta del ser, póngome nostágico, pienso en mis antepasados, en Rosalía, en Curros, en Payo Gómez Chariño, en Castelao, el de "a nosa terra e nosa". ¡Ah! los irmandiños da fala, la Costa da Morte, Fonseca, la Galicia mariñeira, Galiza ceibe y Carita de Plata.

En casa de mis amigos, enfrente de las islas Cíes que, al llegar, parecían flotar sobre un horizonte de bruma, estaban varios de sus hijos, uno de los cuales es ahijado mío y se llama como yo, igual que mi hijo, con lo que la cena tuvo una inusitada concentración de Ramones. Con otro de sus hijos, que es comentarista en este blog pero cuyo nick no soltaré si no es con su permiso, estaban a su vez unos jóvenes suizos con una cubana, filólogos y lingüistas, apasionados defensores del saber, del hacer, con un discurso, que dicen los expertos, abierto, experimental y literario. Pondría alguna foto de lo que fue una cena muy animada pero también me espero a que me den su consentimiento pues en esto de la red blogosférica no todo el mundo está de acuerdo. Soy sensible al hecho de que la alegría con que los blogueros vamos por ahí contando nuestra vida y colgando imágenes sin ninguna vergüenza no goza de general aceptación.

En el debate complicadísimo, multidireccional y atropellado en el que al final dudo de que alguno supiera ya de lo que estábamos hablando porque lo hicimos de todo, desde el ordenamiento jurídico nazi hasta la gramática generativa, el fantasma de Orwell revoloteó un par de veces por encima de la mesa y a poco que Google se gana el sambenito de Big Brother.

Está bien que haya gente que le plante cara a esta invasión, a este tsunami de la red que todo lo escudriña, lo retrata, lo publica, lo comparte y lo difunde a los cuatro vientos, y que tiene el descaro de ocupar prácticamente todos los resquicios de la artesanía del espíritu. Un asco, de verdad. En la red se hace de todo, desde guarradas con los niños hasta música y otras formas de arte, pasando por campañas y visitas virtuales a la tumba de Tutankamon. Supongo que seguiremos debatiendo tan apasionante tema si el tiempo lo permite y nuestras actividades y quehaceres. He propuesto a mi amigo Pepe que hoy nos vayamos de excursión a La Toja, viejo balneario, quintaesencia del ideal del capitalismo aristocrático europeo, el de "una familia de toda la vida", en ambientes lánguidamente modernistas, en el que los clientes también lo eran de toda la vida y no el aluvión de las autopistas, lo que permitía realizar transacciones económicas sin que se viera el color del dinero como mandaba el buen gusto de una burguesía que ahora parece rancia aristocracia.