Dice el señor González que los expresidentes son como los jarrones chinos, muy valiosos pero que nadie sabe en dónde meterlos. Y lo de "muy valiosos" lo dirá por él. Más que jarrones chinos o no chinos, me parecen vampiros porque vuelven y vuelven y vuelven. Caso del señor Aznar, un Nosferatu del siglo XXI cuyos dichos son más propios de la misteriosa Transivania que del país que lo vio nacer, aunque aún no haya acabado de creérselo (el país).
El señor Aznar es especialista en la llamada táctica del espejo. Las últimas acusaciones al señor Rodríguez Zapatero y a los sociatas de mentir, engañar, negociar con los terroristas, rendirse ante ellos, vender a la patria, atizar la crispación y desear la guerra civil, en realidad reflejan el ánimo del PP. Éste acusa a sus adversarios de hacer lo que él hace, por ejemplo, tratar de condicionar la administración de justicia o crispar.
El otro puntazo de Nosferatu es el difícil trabajo interpretativo que suelen llevar sus intervenciones públicas. Unas veces se sacan sus palabras de contexto y otras se le "malinterpreta". Nunca hay modo de saber lo que quiso decir a causa de los desmentidos y "yo no quise decir esto y no quise decir aquello". La verdad es que dice lo que dice y cada vez que habla organiza el escándalo y le roba el protagonismo a su hombre Rajoy y al Monarca si se tercia. Ese desmentido que ha enviado el señor Aznar a El País retrata a este personaje a extremos grouchescos: no dijo "guerra civil"; dijo "lo que sucedió hace setenta años" y encuentra intolerable que se asocie su nombre a cosas que no dijo. Lo bueno no es que el pavo pretenda colar una memez como una verdad; lo bueno es que, además, amenaza.