dimecres, 2 de maig del 2007

El nacionalismo como enfermedad moral.

En un siglo de incertidumbres, inseguridades, ideologías fracasadas y promesas rotas, el nacionalismo emerge como la única doctrina capaz de dar aparentes garantías con un (falso) sentido de la peculiaridad individual. A diferencia del comunista, del fascista, del tradicionalista, del anarquista o de cualquier otro seguidor de un sistema universal, el nacionalista cree que sólo comparte su doctrina con los de su nación, pero que hay muchas naciones en el mundo (que él respeta, por supuesto), cada una distinta de la otra, razón por la cual piensa que no comparte con todas ellas la misma forma de razonar. Pero eso es exactamente lo que hace. Nacionalismos específicos hay muchos, pero el nacionalismo es una doctrina universal que se basa en un par de supuestos elementales que ya aparecen en el Antiguo Testamento: este es el pueblo elegido y esta la tierra prometida.

Yendo más al grano, se identifican hoy en el mundo dos formas de nacionalismo que llamaremos la radical y la moderada. La radical es aquella que supedita el juicio moral del individuo a lo que éste cree que son los intereses de su nación. En nombre del superior interés de la nación (right or wrong, my country), se puede matar porque el fin justifica los medios. La forma moderada identifica el nacionalismo con un particular apego a la patria de cada cual: su paisaje, sus gentes, su lengua o su cultura que se condensa en la increíble proposición de que uno "está orgulloso de ser...español, vasco, francés, escocés, estadounidense", etc, etc, pero sin matar. No me molestaré en refutar la fórmula radical que, entiendo, lo hace por sí sola y dicha refutación se encuentra en el código penal: todo aquel que supedita su juicio moral a una idea política (y la nación es una idea política, puesto que se refiere a la polis) es un delincuente en potencia. Que lo sea en acto es cosa de tiempo.

Es el nacionalismo llamado moderado el que requiere comentario y en concreto ese "estar orgulloso de ser..." que es la más estúpida falacia que quepa imaginar. Yo puedo estar orgulloso de lo que haya conseguido con mi trabajo, mi esfuerzo y mi tesón; pero es absurdo decir que se está orgulloso de lo que uno es por casualidad porque eso equivale a decir que uno está orgulloso de que le haya tocado la lotería. Si me toca un premio me pondré más o menos contento, pero mi orgullo tendrá poco que ver con ello.

Por las razones antedichas, me gusta pensar que no soy nacionalista en el sentido radical ni en el moderado. Y no lo soy de verdad, no como esos nacionalistas españoles que, al enfrentarse a los nacionalistas vascos, catalanes, etc, aseguran que no son nacionalistas, cuando es obvio que, si no lo fueran, carecería de sentido que se enfrentasen a ellos. Esto quiere decir que no veo ningún inconveniente en el nacionalismo moderado, fuera de la incongruencia lógica que ya he señalado y a la que tienen perfecto derecho quienes comulguen con las doctrinas nacionalistas moderadas de la nación que sea. Sí tengo, y mucho, en contra del nacionalismo radical porque no me gustan los asesinos.

A veces me dicen que esto es imposible, que todos somos nacionalistas y que yo también habré de serlo, aunque sea moderado, que me sentiré identificado con España, sus símbolos, etc. Vale, no quiero perder el tiempo discutiendo asuntos triviales, entre otras cosas porque si se dice que todos somos nacionalistas, el debate carece de sentido pues el nacionalismo no existe, al menos el moderado. Y vaya si existe y vaya si conduce a yerros morales de gravedad. Para zanjar la cuestión, tomo el toro por los cuernos invocando el derecho de autodeterminación que, como tengo publicado por doquier, me parece un derecho de los pueblos que hay que respetar. ¿Que soy nacionalista (moderado) español? De acuerdo, siempre que se reconozca que mi nacionalismo presupone una nación española voluntariamente formada por sus partes componentes, en el famoso plebiscito cotidiano de Renan. No quiero una nación española "cárcel de pueblos", que obligue a otros a integrarse en ella. ¿Que eso es lo que ha pasado en España en los últimos doscientos años? Es posible, pero ya decía yo que no soy nacionalista español al uso. Soy nacionalista español partidario del derecho de autodeterminación de los pueblos que componen España; es decir, poco nacionalista ¿verdad?

Vamos ahora al nacionalismo de los otros pueblos de España. En todos ellos se da la forma moderada, cosa perfectamente legítima pues la idea de España no puede ser un límite a la libertad de conciencia y expresión de los ciudadanos españoles que, entre otros, tienen el derecho a no querer ser ciudadanos españoles. Ahora bien, en una parte de España ese nacionalismo moderado coexiste con uno radical, uno que asesina, que lleva más de treinta años asesinando, que ha asesinado a 900 personas y causado daños y sufrimiento sin tasa ni medida. Y eso plantea otro problema. El problema de que el correspondiente nacionalismo moderado vasco no puede llamarse andana, no puede hacer que ignora que en nombre de los ideales que él profesa, unos criminales asesinan a la gente, siembran el terror en torno suyo y atemorizan a quienes no piensan en términos nacionalistas; nacionalistas de ese nacionalismo que es el vasco. Un problema moral y muy, muy grave.

No me corresponde a mí dar consejos a nadie en este resbaladizo territorio pero sí expresar mi opinión que no puede ser otra que una extrapolación de lo que ya practico. Es decir, que predico lo que hago y no lo que no hago. Igual que decía más arriba que no estoy dispuesto a admitir que mi nación obligue a otros a formar parte de ella porque eso me parece una injusticia, estoy en mi derecho de pedir a los demás que apliquen la misma regla de oro de toda ética: si en mi nación quienes no piensan como yo viven atemorizados porque pueden ser (y son) asesinados por quienes sí piensan como yo, tengo la obligación moral de distanciarme de los asesinos y situarme junto a los asesinados, incluso al precio de renunciar a mi nacionalismo porque ninguna idea, ni ésta, puede basarse en la injusticia y el asesinato de gentes indefensas. ¿O es que los nacionalistas españoles no pueden obligar a los demás a formar parte de su nación, pero los vascos sí?

Es posible que los asesinos argumenten (para ello tienen ideólogos) que asesinan en defensa propia, porque no tienen otra salida en una situación de opresión y exterminio. No me convencerán porque sostengo, con Sócrates, que más vale padecer la injusticia que infligirla. Pero si mis nacionalistas moderados no quieren recurrir a Sócrates, voy a un terreno más práctico: no es verdad que los asesinos asesinen en defensa propia o porque no tengan más remedio. España es un Estado de derecho y una democracia donde cabe defender todas las opciones políticas sin necesidad de recurrir a la violencia. Los ideólogos al servicio de los asesinos tratarán de demoler esta idea, sostendrán que España no es un "verdadero" Estado de derecho, que no es una "verdadera" democracia. Se trata de una de las más curiosas mixtificaciones de estos ideólogos que, al efecto, se apoyan en izquierdistas radicales españoles que también cuestionan estos principios. Como es un asunto colateral aquí, al que tengo planeado dedicar un ensayito uno de estos días, abordaré el problema con un caso bien concreto y específico: el del señor De Juana Chaos, de todos conocido.

Muchos luchamos porque no se consumara la barbaridad, el atropello, la ilegalidad que se quería cometer con De Juana y, al final ganamos, por la mínima y no de modo enteramente satisfactorio (puesto que el señor De Juana no tenía que haber sido condenado en aquel segundo proceso que fue una farsa del principio al final), pero ganamos. Me siento orgulloso de ello y aquí sí tiene sentido sentirse orgulloso porque nos lo curramos. ¿Quiere esto decir que hayamos olvidado que el señor De Juana es un asesino? En absoluto: el señor De Juana es un asesino que cumplió su condena, no se ha arrepentido de sus execrables crímenes y de ningún modo quiero que, por haber luchado porque no se cometiera una injusticia con este asesino se me pueda confundir con él. Los nacionalistas moderados ¿qué tienen que decir al respecto? ¿Consideran moralmente aceptable seguir defendiendo sus ideas sabiendo, como sabe el señor Ibarretxe, como sabemos todos, que los asesinos, encargados de sembrar el terror, pueden matar a quienes no coinciden con ellas? Supongo que estos nacionalistas moderados estarán de acuerdo en que quien aplaude al señor De Juana y lo toma como ejemplo es un enfermo moral. ¿Y ellos? ¿No son lo mismo, aunque no lo aplaudan y se limiten a mirar para otro lado porque a ellos no les afecta pero saben que a quienes están en torno suyo sí les afecta?

No basta con pedir perdón a las víctimas: hay que hacer que no haya víctimas, que no haya miedo que envilece y encanalla a la gente, que los asesinos sean encarcelados, que quienes asaltan, destruyen, intimidan sean puestos a buen recaudo y, mientras esto no se dé, la acción política no será sino el lamentable resultado que se obtenga de una sociedad aterrorizada y, por lo tanto, envilecida, encanallada, enferma.