Vi el debate íntegro de la cruz a la fecha. Vaya paliza que dio doña Ségolène a don Nicolas. No le dejó hueso sano. No sé quién ganará las elecciones el domingo, ya veremos qué dicen los sondeos el viernes, pero lo que está claro como el agua es que el debate lo ganó la señora Royal holgadamente. Y no lo digo yo, no crean. Lo vi en Arte TV, que es una cadena franco-alemana, que permitía votar sobre la marcha. En la imagen de la izquierda puede verse cómo iban las votaciones a los, más o menos, 20 minutos de programa, en que Royal había hablado 8'43'' y Sarkozy 11'27''. La línea roja son los votos de los telespectadores por Royal, la azul por Sarkozy. Una diferencia contundente. Compárese con la imagen al final de este post, obtenida minutos antes del fin del programa, cuando los candidatos ya habían hablado durante 140', aproximadamente 70' cada uno. Se verá que el gráfico canta la misma historia: superioridad neta de la señora Royal a lo largo de todo el debate.
Por lo demás, lo mismo reflejan los primeros sondeos, por ejemplo, el que publicaba Le Monde a las 01:15 de la madrugada: Ségolène 52,6%, Nicolas 36,7% con 16.541 votos. Muy comprensible. La candidata demostró más competencia, más iniciativa, más conocimientos y mayor flexibilidad que el hombre de la derecha, que se limitaba a dos vías: a) elaborar un discurso autoritario hecho de disciplina, respeto, autoridad por doquier (¡esa idea de que los alumnos se levanten en clase cuando entre el profesor!) con semblante dulce; y b) tratar de acorralar a la señora Royal, pillándola en algún renuncio. Estuvo a punto de hacerlo al hablar de la energía nuclear (en el gráfico de más abajo es el pequeño remonte que muestra a la altura del minuto 75) pero luego resultó que él tampoco se sabía la lección nuclear, que desconocía el porcentaje de consumo en Francia y confundía las generaciones de prototipos. Los asesores -a los que debería despedir ipso facto- le insistieron en que limara asperezas y eso lo perdió porque un reaccionario autoritario jamás dará buen juego de tolerante, dialogante y comprensivo. Y todo lo que dijo sobre la inmigración, el África, Turquía, Europa, metía miedo. Hablando de Europa creo haberle entendido que propone un impuesto nuevo sobre las importaciones. Este hombre está loco.
A su vez, la señora Royal estuvo precisa y contundente y con propuestas originales. Interrumpía demasiado, para mi gusto, y se mostró a veces dura, despreciativa con el adversario, lo que supongo le va a restar votos centristas. Ganó sin duda en toda la línea en el momento en que el otro metió el patoncio, tratando de hacer demagogia con los discapacitados; ahí doña Ségolène hizo sangre y proporcionó los primeros titulares de prensa.
Me llamó la atención la cantidad de veces que salimos a relucir los españoles y el señor Rodríguez Zapatero como referentes tanto para la una como para el otro. No sé si alguien del PP habrá seguido el debate, pero ya puede ver que los franceses tienen una opinión de España mucho mejor que la que ellos abrigan. Por último, en los tres minutos finales es donde el señor Sarkozy acabó de fastidiarla. Repito que debiera despedir fulminantemente a sus asesores porque el asunto no consiste solamente en ponerse una camisita azul, sino en aprovechar esos tres minutos vitales de declaración programática para dirigirse al electorado, a lxs francesxs. En su lugar, el señor Sarkozy se dirigió a los periodistas Arlette Chabot y Patrick Poivre d'Arvor que, por cierto, lo hicieron muy bien, y a la señora Royal. Al contrario, ésta, en su turno, no perdió ni un segundo, dirigió la mirada a la cámara, se encaró con millones de francesxs y les soltó un discurso vibrante, hablando de la VIª República, de la democracia participativa, de la democracia social, de que es madre de cuatro hijos, y pidiendo el voto de lxs indecisxs.
Un debate estupendo entre la izquierda y la derecha en Francia y, por encima de Francia, en Europa. No sé si el domingo ganará la señora Royal, pero se lo merece de todas todas.