Está quedando guapa la cosa: Gara saca una intoxicación en el mejor estilo de la prensa amarilla, tipo El Mundo, que ya se comentó ayer aquí y al día siguiente tiene dos rotundos desmentidos del Gobierno. Palabra de gobernante contra palabra de prensa de partido. Como persona con juicio propio ya dije que no concedo especial crédito a ninguna de las dos pero que, visto lo visto, algo más parece tener el Gobierno. Sobre todo en lo referente a ese glorioso macutazo de ayer de conversaciones ETA-Gobierno después del atentado del 30 de diciembre. Está claro que nos encontramos en el tramo final de la campaña y los estrategas de las distintas formaciones consideran llegado el momento de la artillería de gran calibre. ¿Conversaciones del Gobierno con ETA? Claro, hombre, en el frontón ese Beti no sé qué que se ha recalificado como un Sheraton. Seguro que mañana la COPE descubre un zulo del comando Donosti en los bajos de La Moncloa.
Lo curioso no es que Gara recurra a estos procedimientos; está en su estilo; está en el estilo de cierta izquierda que sigue creyendo que el fin justifica los medios. Lo curioso es que los señores Rajoy, Aznar, el PP en pleno se apunten con toda efusión a la versión "garística" de los hechos, como si fuera el verbo divino. Esto va mucho más allá de la acusación que suele hacer el señor Rodríguez Zapatero de que la derecha utilice el terrorismo como arma de oposición, pues alcanza ya niveles epistemológicos y ontológicos. El señor Rajoy -precisamente el señor Rajoy, el de los hilillos- dice que el señor Rodríguez Zapatero no tiene crédito porque contradice la realidad. Es decir, una intoxicación de Gara, preparada durante meses y sacada a siete días de las elecciones para hacer daño, es "la realidad". Y a ella se apunta también el señor Aznar -el señor Aznar de las armas de destrucción masiva- para acusar al Gobierno de mentir y engañar.
¿A que tiene gracia la historia? La oposición concede más crédito ahora a Gara que al Gobierno y Gara tiene su público entre la extrema derecha española.