dilluns, 23 d’abril del 2007

Las edades de la vida (IX).

La reflexión sobre la vida es parte de la vida. La vida se reflexiona a sí misma. Vivir es como uno de aquellos viajes de postas de antaño, en los que en cada etapa se cambiaba de tiro y, a veces, de compañerxs de trayecto. Cada etapa también tiene sus condiciones concretas y reales, sus cuitas, sus afanes, sus exigencias y alegrías. La vida es un universo concreto que se materializa en cada aquí y ahora en un sujeto específico que es la suma de todos los momentos que fueron y serán pero es, además, en ese particular. Lo que es, es, decía Sartre. La vida es. Está siendo. En cada instante. Así como el río es millones de gotas de agua y está en cada una de ellas, la vida son miles de instantes y está en cada uno de ellos.

El cuadro de Aurelio Arteta, un pintor vasco-español que murió en 1940 en México en el exilio en un accidente de tranvía, como Gaudí, es una ilustración de lo anterior. Tres mujeres y una niña que pueden ser distintas o la misma en cuatro momentos distintos. Son cuatro mujeres de la aldea en un paisaje en el que se ven influencias fauvistas, y que parecen ir de romería.

El sobrio realismo de Arteta, que sólo se permite libertades en los colores, encuadra la obra como si fuera una instantánea fotográfica y como si quisiera subrayar esa idea de fugacidad, evitando toda lectura moralizante. No hay crítica, censura ni melancolía. Lo que es, es. Y lo que es son cuatro generaciones de mujeres vascas. La distribución de las figuras (la mayor con la más pequeña y las otras dos, a su vez, juntas), la actitud y el ademán de cada una de ellas nos revelan mundos distintos. Me gusta en especial el otro paralelismo el de la niña y la mujer madura que nos contemplan desde el lienzo.

Añado otro cuadro posterior de otro pintor vasco, Ignacio Díaz Olano, ("Las tres generaciones", de 1929) con una temática similar. La composición es más audaz puesto que se articula en una serie de planos superpuestos cuyo centro es la figura de la muchacha cargando con la paca de forraje. Sin descuidar los tres cuartos de la mujer escorzada del primer plano. Sigue a las dos ensombrecido el anciano con una paca mucho mayor. El conjunto en un picado que deja ver el fondo de un valle con un caserío. En ambas obras hay un neto predominio femenino, que es el verdadero elemento de idealización: el mundo rural representado como un matriarcado.