Hace unos meses, en septiembre del año pasado, el editor extremeño Muñoz Moya y la Fundación de Investigaciones Marxistas (FIM) publicaron las memorias de José Sandoval, Una larga caminata. Memorias de un viejo comunista. José Sandoval debe de tener 94 años y, al seguir siendo comunista es, con toda razón, un "viejo comunista". Y, como buen comunista, tiene su obra colgada en la red, para que se la baje quien quiera gratis, pinchando aquí. Está bien el enlace, con portada y fotos.
La vida de Sandoval, a quien conocí en el penal de Soria, los dos de presos políticos, es una especie de epítome, resumen de la vida de un "revolucionario profesional", como los quería el Komintern y, al propio tiempo un hombre del partido, un verdadero apparatchiki. Quien recorra las 180 páginas escritas en una prosa rápida, escueta y algo coloquial, verá que el autor ha pasado toda su vida en el partido comunista, ha trabajado en empresas el PCE, como la Radio Pirenaica o la FIM, o ha vivido como "liberado" de la organización, por ejemplo, en su tiempo en la clandestinidad en Madrid. Para bien y para mal, lo que se dice "un hombre de partido."
El libro arranca prácticamente en la República y termina con la legalización del PCE. Sandoval hizo la guerra civil, estuvo en las batallas de Brunete y Teruel y cruzó los Pirineos para acabar en un campo de concentración en el sur de Francia, antes de ser acogido en la Unión Soviética, en cuyos destacamentos de guerrilleros hizo la II Guerra Mundial. Un hombre de valor, y un funcionario medio del PCE, que desarrollaría después su trabajo en relación con intelectuales.
El libro no es un rico venero de información novedosa, aunque contiene algunas anécdotas de interés. La que más me ha llamado la atención es el trato mantenido con Ramón Mercader. Es únicamente un apunte, pero muy revelador de la torturada y tortuosa personalidad del asesino de Trotsky. Sandoval atribuye el acto de Mercader, que él repudia, a ciega fe de aquel en Stalin, sin reparar mucho en la influencia de la madre, a mi juicio aspecto más importante en la explicación del móvil.
Es interesante la narración asimismo a su vuelta a España en los primeros años 60, sobre todo para alguien que, como yo, vivió también ese tiempo, aunque con otras experiencias. Me hizo gracia saber que uno de sus quebraderos de cabeza, como responsable del PC para la Universidad y los intelectuales, fue la primera escisión maoista en el ámbito uiversitario. En esa estaba yo, lejos de pensar que estuviera siendo quebradero de cabeza de un responsable del Partido Comunista.
Su paso por la cárcel, Soria y luego Segovia, está narrado con agilidad y hasta cierta nostalgia. Cuando uno se pasa 10 años en una institución cerrada, establece uno relaciones inolvidables y se le quedan a uno, supongo, muchas cosas en el fondo de la memoria. Lo conocí allí, siendo yo un chaval. No se acuerda de mí en el libro, aunque me enseñó el ruso que sé y que si es muy insuficiente, es tan sólo a causa de mi inconstancia, pues él tenía una paciencia admirable. Sí se acuerda, en cambio, de mi padre, Paulino García Moya, de quien dice que era un dirigente maoísta, cosa cierta, vive el cielo, ya que es uno de los fundadores del Partido Comunista de España (m-l), hazaña que purgó con siete años en las cárceles de Franco. Evalúese si estoy en posición de entender estas trayectorias personales de los "viejos comunistas".
Algo muy de agradecer en Sandoval, que es hombre afable, es que no sea desabrido ni trate mal o despectivamente a sus adversarios políticos. Ni siquiera a los que se hubo de hacer dentro de su partido a lo largo de su dilatada peripecia personal. Piénsese que se habla del PCE, partido en donde un error en una votación o un apoyo a la persona equivocada podían costar la carrera o algo más a quien cometiera el desliz. Líster, Carrillo, Claudín, Semprún, Ballesteros, etc, personas con las que el autor tendría sus rifirrafes y que, un momento u otro se marcharon del partido al que él se mantuvo fiel toda la vida, no reciben mal trato como suele pasar en este tipo de escritos. No solamente no se los menosprecia o ataca sino que, al contrario, aparecen en la obra recordados muchas veces con cariño, teñido de una comprensión por sus actos o posiciones que sólo puede provenir de la sabiduría de la edad.