La organización cívica radical Move On, a la que pertenezco, ha puesto en marcha una campaña de firmas para enviar una demanda a los Jefes de Estado y de Gobierno que se reunirán en junio en Berlín. Dado que el orden del día se está decidiendo ahora, se trata de presionar para que la primera prioridad sea un tratado internacional sobre el cambio climático. Quien quiera firmar a favor, que pinche aquí. Además, podrá acompañar su firma con un breve comentario dirigido a los barandas de los países que más contaminan: EEUU, China, India, Rusia, Japón, Francia, Alemania, Italia, RU, Canadá y Brasil. También se puede ver un divertido video cerca de cómo se toma Mr. Danger los avisos de cambio climático. Igualmente se accede a infomación sobre la nueva organización, Avaaz especializada en cuestiones de cambio climático.
Los augurios son francamente preocupantes. Uno querría que tuvieran razón todxs aquellxs que dicen que somos unos exageradxs y unxs alarmistas y que la tierra ya ha pasado por otras épocas de cambios climáticos. La cuarta glaciación, tras de la que floreció la civilización, fue la última de ellas. Nada nuevo bajo el sol. Claro que también hay quien afirma (Tamames, por ejemplo, comentando una obra de Tim Flannery) que ya estamos en camino de la quinta glaciación. El vaticinio más reciente es que, a lo largo del siglo XXI aumentarán las temperaturas y a los españoles, según parece, nos está reservado un subidón de cuatro a siete grados en el verano que lo deja a uno pensativo. Si no fuera porque el asunto parece grave podría hasta hacerse un chiste diciendo que, a los que van a pasar veranos de 50º, la quinta glaciación les viene de miedo.
Este asunto de la catástrofe medioambiental tiene algo de predicción apocalíptica, un apocalipsis científico, racional, inevitable. Y algo debe de estar pasando ya. Nada nos gusta más que nos cuenten la catástrofe del fin de los tiempos y con pelos y señales, como sucede ahora en que los cuadros que erizan los cabellos, se pintan a base de concatenaciones lógicas, indubitables. Desertificación, subida del nivel de los mares. etc. Y no hace falta mucho para darse cuenta de que lo que pone en marcha el proceso de destrucción es la actividad del ser humano. Hay quien dice que no, que el responsable es el capitalismo, como si el capitalismo no fuera una actividad humana o tuviera un sustituto para él. Nada, hombre, que los seres humanos somos el cáncer del planeta, como pensaba Susan Sontag y el más maligno de todos, el hombre blanco. Culpable por antonomasia.
En Pekín se ponen en la calle 1000 coches diarios. Es obvio que tiene que haber una crisis de algún tipo. Y la solución no puede consistir en decir a los chinos que se queden con las bicicletas, que pedalean muy bien. Igual que no se puede decir a lxs brasileñxs que, como la Amazonia es el pulmón del mundo, no se les ocurra tocar la selva virgen. Lxs chinxs y lxs brasileñxs tienen el mismo derecho a poseer uno o dos coches por persona que tienen lxs estadounidenses.
Está claro que hay que cambiar el modelo de desarrollo, como dice José Bové, candidato a la presidencia de la República en Francia. Una de esas afirmaciones que todo el mundo suscribe. La cuestión es ¿cómo?