dissabte, 3 de febrer del 2007

Hablando de los demas. (Tres) D. Juan-José López Burniol.

Pues nada, otra pasada por la sartén al filete del País Vasco que, al parecer, no está suficientemente hecho. (Como ya estamos otra vez en tierra vascona, vuelvo a Caperucita que ahora, queridos amiguitos, empieza lo escabroso de la historia porque ¡Caperucita se mete en la cama con el terrible lobo, pensando que es su abuelita!). El País de anteayer publica un artículo de don Juan-José López Burniol, llamado Conllevancia o autodeterminación. Me parece muy bien que se plantee sin estridencias lo que se me antoja un derecho fundamental de todos los pueblos peninsulares, que es el de autodeterminación y que vengo pregonando desde hace años. Me imagino que a más de uno en El País le habrá producido sarpullido y quizá le contesten llamándolo irresponsable.

El artículo está bien aunque la disyuntiva que ofrece entre el federalismo y la autodeterminación es una fantasía. España es de hecho un Estado federal. Aunque hubiere una fórmula clara y única de lo que es federalismo (que no la hay), recomendarlo para España quizá sea de interés para alguna Comunidad Autónoma como modo de fomentar el turismo, como Murcia pero, para el País Vasco, el federalismo es claramente un flatus vocis, carece de sentido. El País Vasco tiene soberanía fiscal, algo que ningún Estado tiene en un Estado federal. ¿Para qué va a querer el deferalismo? No hay disyuntiva: es autdeterminación sí o no.

(Y ojo a Caperucita que ya está diciéndole al lobo que qué brazos tan grandes tiene y el lobo contestando lo que ya sabemos. Cada vez peor, queridos niños. Seguirá.)

Y en la autodeterminación, el señor Burniol viene a decir que, a fuerza de aburridos de la brasa vasca, los españoles estaríamos dispuestxs a reconocer la autodeterminación del País Vasco, y que sólo nos detiene la consideración de qué sucederá con el casi 50% de la población vasca que se siente "más o menos española" (sic). Pues tengo una solución demócratica y aritmética para ese problema. En primer lugar se ve cuáles son las proporciones reales y que en las últimas elecciones autonómicas fue del 53,4% del voto para el bloque nacionalista vasco y el 45,3% para el nacionalismo español (suponiendo que Ezker Batua sea nacionalismo español, que a lo mejor es vasco). Vistas las cantidades, habría que arbitrar un umbral de triunfo en el referéndum de un 72 % del voto favorable a la secesión. Ese 72% sería el resultado de sumar todo el voto nacionalista vasco y algo más de la mitad del voto nacionalista español. Éste, lógicamente, tendrá que aceptar lo que decida más de la mitad de su propio cuerpo. Los resultados sólo pueden ser dos: a) gana la secesión, en cuyo caso, adiós muy buenas porque la decisión la ha tomado más de la mitad de la población que se siente "más o menos española" y la minoría no va a querer imponerse a la mayoría; b) pierde la secesión, en cuyo caso, aquí no se mueve nadie y, si ETA actúa ni quienes ahora la apoyan podrán seguir haciéndolo y, a lo mejor, hasta la condenan.

Conste que, además, yo impondría un periodo de carencia de bastantes años. Es absurdo hacer un referéndum ahora en el País Vasco con el miedo que hay. Es necesario esperar a que el miedo se vaya. Y el miedo es como el chapapote: que tarda en irse.