Se me quedaron ayer algunas cosas en el disco duro, sin contar con las que se me ocurrieron al leer los comentarios, sobre todo el de Marian, que pone la pica de la libertad humana en donde muy poca gente se atreve a hacerlo. Plantear que sólo se es libre cuando se renuncia al egoísmo, especialmente al ansia de posesión de los demás a lo que habitualmente llamamos amor y que las personas puedan ser todas de todas es una aspiración tan radical que ni Platón se atrevió a formularla, pues él reservaba la comunidad de mujeres sólo a los guardianes del Estado. O sea que, además de ser comunidad de mujeres (no de hombres), para los guardianes (no para los campesinos, por ejemplo) lo es en La República, pero no ya en Las Leyes.
Far out, que dicen los yankies. Una propuesta que identifica la libertad (y, supongo, la independencia) con el amor libre, una vieja consigna de la izquierda, especialmente la anarquista (y, parcialmente, bolchevique) que ha desaparecido del escenario como si se la hubiera tragado la tierra, sepultada bajo toneladas de políticas públicas de apoyo a la familia, para reaparecer fugazmente en las comunas de los años 60 y 70 del siglo pasado. Où sont les neiges d'antan?
No iba yo tan lejos, sino tan sólo a dar otro repasito a esa cuestión de la independencia que ha seguido rondándome la cabeza hoy. Empecé ayer refiriéndome a los medios, unos más independientes que otros. Pero no señalé la aparente paradoja de que, aunque la independencia sea condición muy valorada en la teoría por las audiencias, en la práctica no parece serlo tanto. La COPE es una emisora dependiente de la Iglesia católica, pero tiene una audiencia muy considerable, segunda solamente a la SER, cuya dependencia, a su vez, es sólo del complejo de negocios de PRISA. ¿Por qué se da ésto? ¿Por qué un periódico como El Mundo claramente dependiente de las ambiciones y proyectos personales de su director, a su vez, incardinados en una estrategia de la derecha hasta el punto de que, a veces, ha sido el propio periódico el que ha sacado un programa electoral del partido cuando el partido parecía incapaz de hacerlo (elecciones de 1993) mantiene tan alta tirada? En principio, a reserva de explicaciones más certeras, porque entre los lectores (los consumidores de medios en general) hay de todo, desde lectores críticos, que quieren formarse su opinión propia a masas de militantes, fieles y creyentes que buscan en los medios lo que quieren oír y ver, que quieren que los medios los orienten y les digan qué deben pensar y/o decir. Vamos, el público que David Riesman llamaba "outer directed" en su clásica obra La muchedumbre solitaria.
Así pues, la clave está en el juicio propio. Por eso concluía ayer diciendo que, en el fondo, la independencia de verdad sólo puede predicarse de los individuos. Y es aquí donde se concentra el "capital", por así decirlo de lxs comunicadorxs, de quienes intervienen en el debate público: en la medida en que su auditorio comprueba que son personas independientes que tratan de formarse un juicio propio y ese es el que trasmiten, para bien o para mal.
Por la razón que sea, esa es una rara avis. Y si hay dudas, hágase la prueba siguiente: sintonícese cualquier emisora de radio, canal de televisión, agárrese cualquier periódico de papel o digital y selecciónese una intervención de cualquier tertulianx, articulista o columnista medianamente conocidx, ¿qué probabilidades hay de que el oyente, vidente o lector sepa de antemano lo que el seleccionado va a decir del asunto de que se trate? Alta ¿verdad? Altísima. Bien, eso es la falta de independencia de las personas, cuyos juicios están enfeudados a los intereses de sus empleadores o a la línea política o doctrinal del partido, grupo o institución en el que el/a comunicador/a en cuestión se encuadre. ¿Cómo van a ser independientes personas encuadradas en lo que sea? Sería una lastimosa contradicción en los términos. Lxs independientes tienen que ser (es forzoso que sean) lobos esteparios, como el de Hesse, habitantes de las solitarias construcciones metafísicas de Giorgio de Chirico (ambos cuadros de 1917), gentes que no se casan con nadie, a las que no cabe encuadrar, que no pertenecen a bandería, facción, secta, partido, grupo o corriente algunxs. Gentes cuyas voces tratan de acallar los opinion makers que llevan en la grupa unos u otros colores.
Por eso estoy tan contento con la red y la existencia de la blogosfera, porque permite que los no conformistas, los que no siguen la musique qui marche au pas (por citar a un querido cantante independiente que un lector recordaba aquí hace unos días) puedan airear sus opiniones. Y como, contra toda falsa modestia, me tengo por uno de ellos, estoy encantado con esta forma de expresión, donde puedo decir lo que siento, sin temor a sentir lo que diga, oh venerable maestro Quevedo.