Parece que los cipayos iraquíes, obedeciendo órdenes de los amos estadounidenses, después de un proceso de risa, van a ejecutar al asesino Sadam Hussein en menos de treinta días. Los "neocons" yanquies carecen de todo sentido de la mesura y hasta del decoro. Obligaron a los jueces-marionetas a condenar a Sadam antes de las elecciones parlamentarias en los EEUU, a ver si paraban la avalancha de votos demócratas y ahora quieren ahorcarlo a toda prisa, para que Mr. Bush, comparezca en enero en la tele, a contar sus nuevos planes sobre el Irak con la cabeza de Sadam debajo del brazo. Por más que se disfrace de togas judiciales, todo este repugnante episodio recuerda las crueldades que, según Lactancio, infligió Sapor, Rey de Persia, al emperador Valerio, derrotado y preso en la batalla, y al que usaba de apoyapié para subir al caballo, forzándole por último a tragar oro fundido, antes de desollarlo y rellenar su pellejo de paja.
El caso es que me acordé de aquel tiempo de gloria de Sadam cuando, a poco de la primera crisis del petróleo, llegó a España en plan dadivoso y giró visita al anciano dictador Franco en diciembre de 1974. En la foto, los dos criminales, el viejo carcamal, a pique ya de morir en la cama (a su lado, el presidente del Gobierno, señor Arias Navarro, conocido como "carnicerito de Málaga") y el joven y exultante tirano iraquí, muy ajeno a la humillante muerte que el destino le tenía reservada. Sic transit....