dimecres, 1 de novembre del 2006

WESTMINSTER.


El Parlamento es el corazón de los sistemas políticos que llamamos, precisamente, "parlamentarios", esto es, repúblicas y monarquías parlamentarias y que contraponemos a los sistemas que llamamos "presidencialistas". El parlamento, esa institución que sus enemigos desprecian diciendo que es un lugar que sólo sirve para hablar, como si no lo dijera ya el propio nombre de "parlamento", de "parlamentar", de "parlar", cuyo pariente galaico es "parolar", hacer parolas, parábolas, palabras. En efecto, el Parlamento es la casa de la palabra humana y tal es el nombre que recibe en algunas lenguas suahilis, tengo entendido, igual que el cuartel es la casa de las armas y la iglesia la casa de palabra divina.

El de la ilustración es el Parlamento inglés, la vieja abadía de Westminster (en una de las interpretaciones de Monet, Westminster al atardecer, de 1903, un impresionismo ya trasmutado en expresionismo), fundada originariamente en el siglo XI y en donde se han coronado todos los reyes desde Guillermo el Conquistador en 1066 hasta hoy, a excepción de dos Eduardos. La unión de la Corona con la soberanía popular al amparo de la Iglesia (de Inglaterra, claro), eso es lo que simboliza Westminster. En fin.

Westminster (o sea, la Cámara de los Comunes) votó ayer que no a una comisión de investigación sobre la guerra del Irak: 298 noes contra 273 síes a una propuesta presentada por los nacionalistas escoceses y galeses y apoyada por los conservadores. Blair ha salido airoso, pero, una vez más, tocado, pues no hay consenso parlamentario sobre la guerra. Seguramente me paso de listo y la explicación es muy otra, pero da como que el repentino tono apocalíptico del gobierno inglés en asuntos del calentamiento global del planeta ("el tiempo se acaba", "podemos ir a una crisis como la de 1929", "un acuerdo más tardar para 2008"), que suena como los "arrepentíos, pecadores, el fin del mundo se acerca", trata de desviar la atención pública de la gran cagada del Irak, de donde es obvio que los ingleses tienen que salir y cuanto antes. Una tarea difícil porque, a ver cómo se lo explican al primo americano, el de la special relationship.

El primo americano, el presidencialista, no tiene problemas con el Parlamento. Pero los tiene con el electorado. En la última semana antes de la elecciones de mid term, el señor Cheney, generalmente sorprendente, ha informado al pueblo estadounidense de que los "insurgentes iraquíes" están aumentando su actividad para influir sobre las elecciones en los EEUU. Dicho en plata: el voto al Partido Demócrata es un voto de Al-Qaeda. Para entendernos, aunque el señor Cheney jamás reconocerá haber dicho algo así.