Estaba pensando escribir un post sobre las formas de expresarse de lxs políticxs porque me llama la atención su curiosa retórica. Me disponía a leer unas declaraciones creo que de Rajoy cuando salió por el dial Araceli González Campa, que los dioses le conserven la voz, de Radio Clásica, en el buzón del oyente, anunciando la audición del fabuloso cuarteto de cuerda nº 14 en la menor (también lo hay en re menor) de Schubert, La muerte y la doncella que, junto al ballet Rosamunda es la música del compositor que más me gusta. Así que me puse a escuchar. El nombre del cuarteto viene del segundo movimiento, cargado de furor y patetismo, que reproduce una Lied anterior, La muerte y la doncella sobre un poema de Matthias Claudius, que había muerto hacía poco, y que, más o menos, decía:
La Doncella: "¡Pasa de largo, pasa de largo!/¡Vete, horroroso esqueleto!/Todavía soy joven, ¡vete, querido!/Y no me toques." La muerte: "¡Dame la mano, bella y delicada criatura!/Soy tu amigo y no tu verdugo./¡Alégrate! No soy horroroso,/te dormirás dulcemente en mis brazos."La muerte habla en género masculino porque en alemán der Tod es masculino. Este diálogo se convierte en un andante con moto en el que también las cuerdas dialogan con desgarro y contundencia.
El tema de "la muerte y la doncella" es de típica escatología medieval. Baldung Grien lo interpretó varias veces. En la de más arriba casi se diría que la muerte está en actitud libidinosa. En el siglo XV atraían mucho estas consideraciones de postrimerías y comparaciones melancólicas: la vida y la muerte, la juventud y la vejez. Tiene también una composición de sorprendente colorido, llamada El caballero, la doncella y la muerte, en la que un elegante doncel vestido de rojo trata de rescatar sobre la grupa de su caballo a una doncella cuya falda tiene ya la muerte apresada entre sus horribles mandíbulas.
El asunto ha reaparecido en nuestro tiempo, en la célebre obra de teatro de Ariel Dorfman, asimismo titulada La muerte y la doncella, aunque la función de la música aquí es como prueba de cargo de una tortura, pues es la cinta que un torturador ponía siempre para "acompañar" a sus sesiones. Algo así, aunque con fines distintos, como el Canto a la alegría de la 9ª de Beethoven en la peli de Kubrick, La naranja mecánica, que ya fastidia por qué los autores escogen estas maravillas para acompañar al mal. El próximo que caiga en la tentación, que ponga el Bolero de Ravel.
En esta ocasión La muerte y la doncella preside una historia en que una mujer, que fue secuestrada, torturada y violada durante la dictadura de Pinochet, se enfrenta 15 años después fortuitamente con quien, según ella, lo hizo, y lo tiene a su merced, pero no puede estar segura porque sufrió las sevicias con los ojos vendados. Es una profunda reflexión sobre los asuntos de la tortura, la crueldad, el perdón y la memoria, que tanto nos preocupan a los españoles en estos días. Por si alguien se pregunta qué pensará hoy el autor sobre su obra, he encontrado un blog chileno del año pasado en el que el propio Ariel Dorfman habla del asunto y del famoso epílogo. De la obra de teatro de Dorfman salió una estupenda peli de Polanski, interpretada por Sigourney Weaver, que estaba muy bien.
La muerte y la doncella, de Schubert, es una composición angustiada, patética pero también de extraordinaria energía y elegancia que se mantiene hasta el final.