divendres, 10 de novembre del 2006

AFTERMATH.

Ayer, al subir el post sobre los EEUU, Allen (el de los comentarios racistas de hace 4 o 5 posts) no había reconocido la derrota y amenazaba con pedir recuento, lo que retrasaría varias semanas la proclamación final. A lo largo del día, sin embargo, el incumbent por Virginia se dio por vencido, frustrando con ello un vaticinio que había hecho un lector, que ponía un enlace a los planos finales de Una vez en el Oeste, el fabuloso spaghetti western de Sergio Leone con la música (¡y la armónica!) de Ennio Morricone, una escena de duelo que deja chica la de Duelo al sol. También frustró mi designio, que pensaba ilustrar con este estupendo dibujo de Frederic Remington, alguien que había visto este tipo de duelos.

¿Por qué han cedido los republicanos (que no suelen, voto a tal) cuando la diferencia entre los dos contendientes es de 1/3 de punto porcentual, siendo así que la ley autoriza recuento a partir del 1/2 de punto? En mi opinión, porque tienen comida la moral, incluso en el sentido que le daba Ortega. La dimisión fulminante de Rumsfeld es buena prueba de ello. Una comida de tarro descomunal. Casi parece que estén contentos de haber perdido, a ver si los demócratas, con su mayoría parlamentaria, les sacan las castañas del fuego, que están achicharrándose. Esa mayoría es clara, como puede verse en el cuadro, procedente de The Guardian. Los dos senadores independientes son demócratas. Una mayoría que va a empezar a funcionar de inmediato. Es el aftermath, la secuela y lo que viene detrás: legislación social de urgencia, después, las confirmaciones de nombramientos que el señor Bush no puede ya dar por descontados; en especial, es de suponer, el del unófobo Bolton para embajador ante la ONU y, luego, a ver qué pasa: el Irak.

Es el momento. El señor Bush, que parece un boxeador noqueado, anda balbuciendo incongruencias sobre su guerra que es obvio que lo ha enterrado. Es más, esa guerra inicua es ya el estigma de los "tres de las Azores" cuyo único interés ahora (exceptuado el señor Aznar, que está hecho de otro tipo de corcho) es cómo salir de ahí y salvar el pellejo.

Porque no hay duda: el voto en masa de los yankees ha sido en contra de la guerra y abrumador, aplastante, para el estilo estadounidense. Conviene ahora que los demócratas no se arruguen. Tienen el apoyo y el ánimo de todos los que durante estos años se han opuesto a la guerra, incluso cuando ellos (vergüenza para ellos) le prestaban su entusiasta apoyo, por ejemplo, la senadora Hillary Rodham Clinton. Incluso tienen el apoyo de los que estuvieron sabiamente calladitos pero ahora encuentran razones para apoyar al vencedor. Por ejemplo, el señor Solana, el embajador universal de la UE, que reputa inevitable que el señor Bush cambie de rumbo en Irak. Podía haberlo dicho antes, ¿verdad?

A veces entretengo la idea de escribir una pequeña utopía que narraría la vida en el planeta Tierra organizado exactamente como está ahora con una única diferencia: que todos los habitantes del mundo tienen derecho de voto en las elecciones presidenciales de los EEUU. Es el resultado de comprobar que, para muchos países, es más importante quién sea presidente de los EEUU que quien lo sea suyo. ¿Por qué no van a permitirse los comentaristas alguna fantasía como se las permiten los músicos?