Lo malo de Aznar no es que sea intelectualmente breve, moralmente tornasolado, políticamente oscuro y psicológicamente embrollado; lo malo es que es un plasta. Lleva siete años diciendo lo mismo pero por algún extraño mecanismo de compensación a él debe de parecerle que nunca se repite y siempre innova. No hay otra explicación. Sin embargo sería perfectamente posible poner un magnetófono en su lugar en sus apariciones públicas.
La cantilena es siempre la misma: el gobierno español es un desastre, Zapatero debe irse y convocar elecciones anticipadas, España está al borde del abismo si no ya en caída libre, no es un país de fiar, carece de crédito, no podrá devolver lo que se le preste. Todo esto dicho no aquí, en casa, al amor de la lumbre, sino en el extranjero, a gritos, por todas partes, en conferencias y clases en la Universidad. Lo que se pretende, claro está, es socavar, minar las posibilidades de España en los mercados internacionales, dificultar su gestión. Como el país no está gobernado por el PP, Aznar lo trata como pieza por batir, a sueldo por lo demás de un poderoso grupo mediático extranjero que jamás se ha distinguido por su amor a España.
Con razón dice Elena Valenciano que el menda es un antiembajador de España y también con mucha razón Zapatero pide a Aznar y Rajoy que no pongan zancadillas a España. Ambos se quedan muy cortos en el juicio del personaje. Antiembajador es un término relativamente diplomático para caracterizar a alguien cuya tarea consiste en dañar los intereses de España. Igual que el término zancadillas que utiliza Zapatero es caritativo: la derecha no pone zancadillas sino que arremete de frente con toda la artillería dialéctica, sin parar mientes en la situación real ni en la verdad. Y eso no es de un zancadillero sino de desleal y felón a quien el país debiera declarar persona non grata por indeseable.
Justamente cuando Aznar pone en duda la solvencia de España el Fondo Monetario Internacional (FMI) dice que el país es el modelo a seguir y que nada tiene que ver con los otros PIGs, Irlanda, Portugal y Grecia. A los de izquierda el FMI no nos inspira confianza alguna porque sólo mira por los intereses del capital y ha demostrado suficientemente su incompetencia al no ser capaz de prever la crisis. Pero es el organismo délfico de la derecha, lo que pone más de relieve el juego sucio de Aznar. Porque, por muy malos que sean en el FMI, es obvio que disponen de unas posibilidades de información y análisis que el expresidente español no posee. Resulta patente, pues, que el juicio de éste está movido por interés político partidista, va contra los intereses generales de su país, representa la oposición hecha desde el extranjero y, en consecuencia, resulta bastante indeseable.
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