dijous, 23 de maig del 2019

Levantando acta de la ruptura

Aquí mi artículo de ayer en elMón.cat, titulado Escenificació de la ruptura, sobre el episodio de la recogida de actas de los presos políticos, interpretándolo como un acto de ruptura entre el independentismo y el Estado y una muestra de que la independencia de Catalunya es inevitable.

Al día siguiente de escrito el artículo, los energúmenos de la derecha española montaron el espectáculo en el Congreso con sus berridos y pataleos. Demostraban así, al uso de la corte, la rabia y frustración que sienten hacia, al ver quee, en efecto, e inevitable. 



Escenificación de la ruptura.

La doble condición de representantes electos y presos políticos de los cuatro diputados del Congreso y el senador Romeva, aunque no reconocida por los poderes públicos, destruye la pretensión del Estado de que se le considere un Estado democrático de derecho, homologable, según doctrina oficial del ministerio de Asuntos Catalanes, con el de los países del entorno. Se les ha permitido recoger las actas, pero no hablar con los medios, aunque las actas consagren su condición de parlamentarios, que viene de parlar.

La prohibición es absurda porque los presos han podido dirigirse a la opinión por medio de unos vídeos que se han difundido en las redes, precisamente con la ayuda de tan absurda prohibición. Pero también tiene un significado simbólico que permite entrever con qué falta absoluta de honestidad tratarán los poderes a quienes se encuentren a su merced. La mesa del Parlamento, con su flamante nueva presidenta socialista y ... catalana ya está tramitando el expediente para despojar a los diputados electos de sus prerrogativas. Lo hace poniendo la quinta marcha, impaciente por dehacerse de este iconveniente y aligerar la mayoría necesaria para la investidura del gobierno. Además, no es tema conflictivo en una mesa sin representación independentista y animada por un fuerte resentimientoo contra los catalanes. Un "a por ellos" parlamentario.

Es imposible despojar a nadie de las prerrogativas que no posee. Así, al recoger las actas, los diputados han alcanzado la condición de representantes de todo el pueblo español, en plenitud de sus derechos, entre ellos, el de expresión, la libertad de palabra. ¿Cómo pueden limitarse los derechos de un diputado por decisión judicial sin suplicatorio y sin que el Parlamento haya suspendido al diputado? No es admisible que los miembros del Parlamento estén sometidos a las decisiones caprichosas de los jueces por encima de la pretendida soberanía del Parlamento, sin el menor respeto por el princcipio de división de poderes.

El eco mediático del acto de toma de posesión, las emociones, los abrazos, la solemnidad de las formas mostraron el mundo real que el mundo oficial quiere esconder. Ya no veíamos funcionarios, rejas, puertas, prisiones, guardias, policías, jueces, la cara oscura de la represión. Veíamos la cara humana, la de la gente convencida, en pie, erguida, resistiendo sin vaciilación. En la extensión de una sonrisa ve el espectador la esperanza de un pueblo y el compromiso de llevar la lucha hasta la victoria.

En paralelo, el Estado es incapaz de respetar las reglas que quiere imponer a los otros. Por eso trata a los independentistas con menosprecio y arbitrariedad. Hoy les reconoce unos derechos y mañana se los niega. Suena como cuando el Senado romano trataba con las embajadas de los reyezuelos de la frontera o cuando el Congreso americano firmaba tratados con las tribus indias sin reconocer sus derechos en el fondo. Con una diferencia notable: el Senado romano y el Congreso yanqui eran dos instituciones serias y previsibles, cosa que no puede decirse de Estado esspañol.

Por lo demás, los interlocutores de los poderes españoles no son precisamente embajadas de tribus de la frontera a quienes se pueda engañar con promesas falsas y papeles sin valor, enfrentadas a un imperio civilizado y burocrático muy superior. Antes al contrario, son gente muy avezada que, dando prueba de una notable habilidad, sabe aprovechar los intersticios del sistema colonial legal español para impulsar la lucha por la liberación de Catalunya. Al mismo tieempo, a diferencia de los españoles, han entendido que el ámbito político europeo forma parte de la política interna dels Estats que lo componen y no tienen inconveniente en llevar a su seno los conflictos que se dan en su interior.

Todos admiten ya que el contencioso catalán no se resolverá sin una u otra forma de intervención europea, Se trata de encontrar la menos escandalosa para ponerla en práctica, la que deje menos en ridículo al Estado español. Pero esta intervención habrá de producirse necessariamente para consagrar una ruptura que, como se vio en la toma de posesión como diputados de los rehenes catalanes, es inevitable.