Aquí, mi artículo del miércoles en elMón.cat, titulado, Facin joc, senyores y senyors, referido a la composición de la mesa del Congreso. Se escribió antes del psicodrama del nombramiento frustrado de Iceta, que ha acaparado los titulares y provocado todo tipo de aspavientos, escándalos y asombros.
Sin embargo, el episodio de la mesa es el preludio del revolcón a Iceta y lo explica de maravilla. ¡Cómo! ¿Los independentistas votan en contra del ungido por La Moncloa? Y ¿qué esperaban? El gobierno comienza a actuar sin contar para nada con los independentistas, a los que ni ha telefoneado. Solo se hace notar dando poco menos que la orden de que se vote como senador a quien él dice y porque sí. Y se extraña y se enfada porque no le hagan caso y le voten en contra.
El mero hecho de pensar en la persona de Miquel Iceta para lo que sea, presidente o macero, del Senado que lo relacione con los independentistas prueba el grado de ignorancia de Pedro Sánchez sobre Catalunya. El adversario del independentismo es Iceta y lo que Iceta representa. A la españolísima ignorancia del presidente se unirán, sin duda, los aviesos consejos que le destilen al oído el frustrado senador y Borrell, ministro anticatalán de Asuntos Catalanes.
Resultado: seguirá sin dar ni una.
Aquí, la versión castellana:
Hagan juego, señoras y señores.
Se admiten apuestas para la mesa del juego parlamentario. Hay nueve cargos en el aire. El PSOE quiere una distribución unionista española que deje fuera a todos los nacionalistas, no solo a los independentistas, así como al nuevo en la ciudad, Vox. Su modelo es la mesa que funcionó en los ya lejanos tiempos de la mayoría de Rajoy: 3 para el partido mayoritario y 6 a repartir de a dos entre Podemos, PSOE y C's.
Cambia el PP por el PSOE. El bipartidismo aparece con sidecar, pero es bipartidismo. ¿O no? Según se mire. Si se mira por el lado llamado "social" es bipartidismo izquierda/derecha para discutir si los impuestos de los ricos se suben o se bajan. Si se mira por el lado "nacional" es monopartidismo unionista para imponer la unidad de España al coste que sea. Las ambigüedades de Podemos o los Comuns no llegan ni a configurar un "bipartidismo imperfecto".
Fuera, rotundamente fuera, fuera del ejido, convertidos en forajidos, los independentistas catalanes. No es que se las prometieran muy felices con su posibilidad de bloqueo del gobierno español, pero secretas esperanzas sí abrigaban. El cruel resultado electoral el 28A es el espejo de su irrelevancia parlamentaria. Una ducha de agua fría sobre rescoldos de expectativas. Los independentistas bajan la voz y Sánchez, viéndose seguro en su huerto, la alza con intemperancia y desprecio, mientras su ayuda de cámara, Podemos calla, para que no se le vea y se le confunda con un catalán, de esos que Iglesias visita, no por solidaridad sino por interés presupuestario.
Si alguien dice sentirse decepcionado, pecó de ingenuidad o quería vender humo enlatado de la Marca España. Sea cual sea la composición del Congreso de los Diputados, siempre habrá una mayoría antiindependentista abrumadora, en torno al 90%. Solo excepcional, casi milagrosamente, puede la minoría catalana jugar un papel determinante en una crisis parlamentaria española para asuntos menores, como rechazar unos presupuestos o sustituir un gobierno. Pero si se percibe un peligro real para la unidad de España, la mayoría abrumadora del Congreso (PSOE; Podemos, PP, C's y Vox) pasará por encima de la minoría catalana como una manada de elefantes por un fresal. Como el Tribunal Supremo pasa por encima del Parlamento, sin dignarse pedir un suplicatorio.
Lo que tiene en crisis a España no es la minoría catalana en el Congreso, sino la propia Catalunya. No es el gobierno y su apoyo parlamentario lo que falla. Es el Estado, que no es viable contra Catalunya. .
La composición de la mesa augura un gobierno con opciones de coalición diversas y libertad de movimientos. Por mucho que Podemos insista en entrar en el ejecutivo, el PSOE prefiere gobernar en solitario con independientes "profesionales de reconocido prestigio" y con apoyo parlamentario exterior. Sánchez acaba de descubrir el gobierno tecnocrático, que es el verdadero populismo europeo, y usará Podemos y C's como muletas alternativas.
Todo eso es en la España cañí. Pero en Catalunya pintan otros palos. El resultado de las elecciones españolas no ha cambiado nada en casa, salvo la noticia de que la minoría independentista en el Congreso ha sufrido un fuerte reequilibrio interno a favor de ERC, ha aumentado su cuantía, pero ha descendido hasta la práctica desaparición su capacidad de presión.
De forma que la situación está en una especie de suspensión hasta que con las elecciones del 26M se decanten los resultados, especialmente en lo referente a la relación de fuerzas entre JxC y ERC. Lo que se dirime en esta concentración de elecciones (españolas, europeas, municipales) es la cuestión de la hegemonía interna del independentismo entre la apuesta Junqueras por el partido ERC y la de Puigdemont por la nación.
Pero, sean cuales sean los resultados, el cuadro verdaderamente importante, el que determinará el destino inmediato de Catalunya surgirá cuando se celebren elecciones catalanas, adelantadas o no. Hay novedades que apuntan en la dirección unilateral: desfondamiento del unionismo catalán, decisión de la CUP de participar y aparición del Front Repúblicà.
Pero lo que verdaderamente inclinará la balanza del lado unilateral y en contra de la continuidad del autonomismo serán los resultados de JxC en las europeas y municipales.