El esperpento continúa. Y procede por hitos. Tres gruesos han sido los últimos. Dos cómico-burlescos y otro trágico-siniestro.
El primero cómico, a cargo del virrey Millo y la fábula del fairy. A falta de prueba alguna de la violencia, los tumultos, las hordas salvajes con el cuchillo en los dientes que decían haber oído que alguien había comentado, acaban presentado como pruebas, no lo que fue, sino lo que habría podido haber sido en caso de que algón probo y angelical funcionario hubiese resbalado en un artero charquito de fairy al cumplir con su deber. Antes de empezar a reír y mandar a quien esto dice en sede judicial a freír puñetas (por ejemplo, las de los jueces), conviene recordar que aquí se juega el destino de doce personas a las que el Estado trata de castigar severamente como medio de amedrentamiento de un pueblo que, en contra de lo que el poder supone, no aceptará castigo alguno.
El otro hito cómico-burlesco, el de la secretaria judicial. Los fariseos del lugar se apiñan a pedir respeto a los sufrimientos de esta ciudadana privada que temía por su vida. Bueno, con todo el respeto que todos merecemos, por cierto, la peripecia se perfila como la Pimpinela Escarlata o Scaramouche o comedia de capa y espada. Nadie falta al respeto a la buena señora por no creer en su buena fe. Porque, aparte de sus miedos y angustias personales, vino acusando falsamente a una enemiga política. Sí, enemiga porque la tal secretaria está en la órbita de organizaciones ultraderechistas. No tiene más importancia ya que aquí todo el mundo, excepto el muerto, pertenece a algún partido político. Pero conviene saberlo para sazonar el testimonio de la angustiada secretaria que llegó a pedir un helicóptero. Considerando no solo la angustia, sino también su ideología tan real como su angustia, debe sopesarse qué importancia pueda tener este melodrama en el destino de unas personas para las que se piden decenas de años de prisión. Decenas de años de prisión porque alguien que dice tener miedo y es tu enemiga política, te acusa de estar en donde no puede probar que estuvieras.
Los testigos están obligados a decir la verdad, so pena de incurrir en delito. El juez Marchena haría un favor explicando a la audiencia en qué distingue él la verdad de la mentira.
El episodio trágico-siniestro es muy siniestro. El presidente olvidó preguntar a de los Cobos por su procesamiento, aunque era algo de dominio común. Luego enmendó y empeoró el asunto al dejar claro que enmendaba porque, siendo de dominio común, todo el mundo había detectado -y juzgado- la omisión. Es el arrepentimiento de segunda categoría, por temor al castigo, el que la iglesia llama "dolor de atrición". Pero un juez como Dios manda, sin duda católico, ha de tener dolor de "contrición", dolor por haber ofendido a Dios o a la diosa Justicia. Pero, ya desde el comienzo de la testifical, el presidente gobernaba la nave poniendo rumbo al puerto de la derecha, favoreciendo los delirios de las acusaciones y su evidente afán de venganza y entorpeciendo la tarea de la defensa, empezando, por cierto, por el inhumano trato físico a los procesados.
En cuanto a de los Cobos, es increíble que pueda aceptarse testimonio alguno válido de semejante sujeto con semejante pasado. El caso es que había sido llamado y era testimonio obligado por ocupar la direccción del "operativo". Así que la pregunta habría de ser: ¿quién puso al frente del operativo a un simpatizante con el 23 y procesado por torturas en el país Vasco? M. Rajoy, el de los sobresueldos; el mismo que puso al hermano del coronel, ya general, claro, y mañana archipámpano de las Indias, al frente del Tribunal Constitucional, para prestigiarlo.
Y este individuo, que también miente sobre el 1-O, aunque lo haga con más "competencia técnica", es el principal testigo de cargo, en comandita con la acusación popular, compuesta por camaradas de un partido fascista, también en el espíritu del 23-F. Este es un juicio del franquismo político e institucional en contra del único movimiento que realmente ha cuestionado y puesto de relieve el inicuo régimen del 78 y lo ha combatido con eficacia.
Por eso la ataca la derecha y lo ignora la izquierda españolas.