Parece razonable pensar que en este asunto del despido de Toni Albà ha habido un exceso de celo de la dirección; un caso de overkilling, una desmesura. Hay coincidencia general en que el tuit para Arrimadas es desafortunado; pero es un tuit en una cuenta privada y fuera de la actividad profesional del autor. Todo esto es discutible, ciertamente, pero no constituye base suficiente para una decisión tan drástica como un despido o la forma que haya tomado.
Esta precipitación que, supongo, se querrá justificar invocando ejemplaridad, más bien parece provocada por el nerviosismo, cuando no por el miedo de que el Big Brother español pueda enterferir aun más en la comunicación en Catalunya. O es producto de las presiones que los partidos reaccionarios ejercen en el órgano de gobierno de la CCMC. En definitiva, vuelta a lo primero: miedo. Medida contundente para demostrar al amo que sabemos quién manda aquí. ¿Libertad de expresión? Nada que ocultar: en TV3 están más presentes las voces y figuras antiindependentistas que las indepes. Las primeras tienen esa libertad garantizada; las segundas, bien se ve, no.
Es miedo. En cierto modo lógico y hasta comprensible, viendo cómo las gasta el unionismo de cualquier signo político frente a Catalunya. Pero no necesariamente justificable. Da la impresión, además, de que está extendido: no se toman medidas necesarias o se toman otras innecesarias por el temor a la siempre imprevisible reacción de la caverna española. Se recuerda, también, que la situación se oscurece por momentos. En las próximas elecciones puede entrar media docena de jabalíes de Vox en el Congreso y, ¿por qué no? en las siguientes ser mayoría. La promesa sería columnas de camisas pardas marchando sobre Catalunya.
En estas especulaciones deben tomarse más en cuenta los tiempos. La fascistización total del régimen puede alargarse uno o dos años más. Ese es el tiempo, breve tiempo, que tiene el independentismo para fabricar un baluarte republicano y ha de empezar ya. Es un grave error contemporizar con quien mantiene una actitud de amenaza que frustra la libertad de acción de la Generalitat. Someterse a los mandatos por temor a las consecuencias de no hacerlo rompe toda esperanza de alcanzar el objetivo y abre el camino al desestimiento.
Y eso no está en el guion.
En las elecciones próximas de 28 de abril se perfilan dos posibles coaliciones, la "negra" (PSOE y PP) y la "roja" (PSOE y Podemos). La negra son dos partidos dinásticos, antirrepublicanos y unidos como una piña frente a Catalunya. La roja son dos partidos de izquierda con diferente grado de radicalismo y nacional-españoles, aunque también con diferente grado de intensidad. O sea, tiene las de ganar la opción negra, la grosse Koalition, por la que lleva años suspirando Felipe González para dedicársela a la memoria de su verdadero padre espiritual, que no es Willy Brandt, como quiere la leyenda, sino Helmut Kohl.
La cuestión es qué hace Catalunya en la ocasión. Hay acuerdo en participar en las elecciones, hasta el punto de que lo debate ahora la CUP. Excelente noticia. Si se animan a relacionarse con las izquierdas españolas en su madriguera será muy de ver cómo estas explican a los cupaires que la independencia de Catalunya es cosa de la burguesía corrupta del 3%. Crispetes, en català.
Innecesario decirlo: Palinuro siempre defenderá la lista unitaria indepe sin cuestionar la decisión que los interesados tomen. Que parece ser la de listas separadas. Sean listas separadas. No es tan grave y está bien que el bloque se numere antes de entrar en faena. En faena unitaria. La unidad es alfa y omega del independentismo; está al principio y estará al final. Es así por necesidad.
Gobernar bajo el miedo es administrar la derrota. Toni Albà debe volver a TV3 y los medios públicos catalanes deben ser un servicio público catalán y no las terminales del gobierno y los partidos españoles.
Si el independentismo deja de mirar de reojo a Madrid y de caer bien a la caverna, deja de tener miedo, podrá comprobar qué más miedo tienen los unionistas. Por eso gritan tanto. Por miedo.