Los de El País son tan inasequibles al desaliento como la guardia de Franco. Lleva el diario anunciando el fin del independentismo desde el minuto uno. Todas las semanas una escisión, un enfrentamiento. Cada quince días se rompía la unidad del bloque independentista. Es una magnífica historia de lo que podría llamarse periodismo desiderativo, que no cuenta lo que pasa, sino lo que quiere que pase. Ahora toca poner punto final al gobierno de la Generalitat, cuenta habida de que no tiene cuentas, presupuestos. En esas condiciones es obligado disolver y convocar. Cita en su apoyo la máxima autoridad que cabe citar: el mismo Torra. Sin presupuestos no se puede gobernar. O sí. Todo depende de las perspectivas, no de las frases.
El que ha disuelto y convocado por no tener presupuestos es el gobierno español. Y, más atrás, quienes están desunidos y enfrentados entre sí son los unionistas. Es lo que tiene el periodismo desiderativo o creativo, que se olvida de informar sobre los acaeceres molestos. El govern lo es de una República que está haciéndose, así que se impone la máxima flexibilidad para adaptarse a los cambios en la situación. Lo importante ahora no son los presupuestos, sino las elecciones del 28 de abril y la sentencia del Tribunal Supremo. En Catalunya se hace política; en España, burocracia. Solo cuando nos hayamos contado el 28 de abril, cuando concluya el juicio/farsa del 1-O se tomarán decisiones políticas de calado. Con o sin elecciones.
A las elecciones españolas de cabeza, por acuerdo general al que es de esperar se sume la CUP. Y, de ser posible, lista única. De no serlo, listas separadas con compromiso de acción posterior común. No hay motivo para repetir historias amargas y recordar experiencias infelices. Estamos en otra pantalla. ERC sigue siendo ERC; pero JxC, la Crida, no son la Lliga, ni Puigdemont o Mas son Cambó. Los tiempos han cambiado. Y, con los tiempos, las gentes.
La nación se ha encontrado a sí misma. Y manda por encima de otras consideraciones.