La sesión monográfica de ayer nos dejó un cuadro bastante completo de la situación en Catalunya. Completo, sin embargo, no quiere decir que esté claro. El barullo y el griterío del Congreso y fuera del Congreso en relación con Catalunya impide el distanciamiento y la frialdad necesarios para entenderlo. En gran medida, la agitación está provocada para impedir un análisis de alguna utilidad. Está pensada para confundir, exasperar y llevar el conflicto a un punto de no retorno.
Interesados en la ceremonia de la confusión están todos aquellos que, no hace mucho, sostenían con suficiencia que la cuestión catalana, no tenía importancia, que era una algarada, una cortina de humo para ocultar la corrrupción del 3%; que el soufflé se desinflaría por sí solo; que era cuestión de descabezar el movimiento independentista; que todo obedecía a la locura de un puñado de visionarios; que los personalismos se cargarían la unidad; que esta se rompería en cuanto les tocaran el bolsillo. Etc., etc. Tantos años ignorando la realidad por un complejo hecho de arrogancia, desprecio, autoritarismo e ignorancia y esta les ha estallado en los morros. A todos. Y ha hecho caer las caretas. Todas.
Confrontado con la realidad de un movimiento independentista de amplísimo apoyo social, solidario, transversal, movilizado, radicalmente pacífico, revolucionario, democrático y electoralmente mayoritario, el nacionalismo español desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda se lanza fiero al zafarrancho de combate. Ayer lo demostró ampliamente en la bronca sesión del congreso, digno escenario de repetición de la que hay montada en las calles y en las redes, que son tan calles como las otras.
Nos abriremos paso en el indescriptible guirigay de ayer separando cuidadosamente las dos vías paralelas por las que discurre la respuesta del nacionalismo español al problema que él mismo ha creado. La vía de los hechos y la de las ideas. El intento de tercera vía de Podemos de hablar de "las cosas de comer" soslo sirve para confundirlo todo más y delatar sus pocos deseos de mojarse en este peliagudo asunto. En ambas parcelas se cruzaron ayer los disparos, mezclándolo todo y tratando de hacer imposible todo entendimiento. Sin embargo, separarlas y explicarlas es fácil con el debido método.
La vía de los hechos. Abrumadoramente presente. Insultos, agresiones verbales, menosprecios, conminaciones, amenazas. Un eco del clima de las calles con bandas de matones agrediendo a ciudadanos pacíficos en Catalunya ante la indiferencia, sino la complicidad, de la fuerza pública. Bandas que suelen tener vínculos con partidos con representación parlamentaria estatal o autonómica. Declaraciones sanguinarias que ya hablan abierta y conminatoriamente de muertos. Dicen hacerlo a raíz de la mención a la vía eslovena del presidente Torra y manipulando, de paso, su significado. Pero, las amenazas de violencia, incluso letal, del nacionalismo español vienen de antes. Margallo ya avisó de que el Estado no se retiraría pacíficamente de Catalunya y uno de C's, no recuerdo cuál, vaticinó que montarían "un Ulster" catalán.
La vía de los hechos es de violencia prometida y, se entiende, de cualquier intensidad. Frente a ello, el movimiento independentista se afirmará en su actitud no violenta; no colaborará, resistirá y quizá llegue a la desobediencia civil generalizada o acciones de mayor alcance, como la huelga. Pero siempre radicalmente pacíficas. La cuestión es cuánto puede aguantar el Estado la represión de un movimiento pacífico y democrático. De ahí que las amenazas, incluidas las del presidente del gobierno, suenen a perro ladrador y poco mordedor. Pero precisamente eso es peligroso porque azuza a los mastines.
La vía de las ideas es otra lamentable catástrofe. Sánchez acusa a Torra de mentir. Eso es lo que hace él de modo sistemático en todo pero especialmente en Catalunya. Todas sus referencias son falsas, se formulan de mala fe y, en el fondo, no descansan en otro argumento que en la amenaza del 155, o sea, la amenaza de la vía de hecho. Ideas, ninguna. Propuestas, cero. Proyectos, nada. Mentiras como ruedas de molino, difundidas por los medios obedientes y sostenidas por el uso de la fuerza. De la fuerza bruta, no de la fuerza de la razón.
Niega Sánchez al independentismo la mayoría, pero el independentismo es mayoría parlamentaria que refleja la mayoría social según se articula en el sistema parlamentario que Sánchez defiende. Luego Sánchez miente. Responde que no, porque sumando todos los demás votos, incluso los nulos, la mayoría es no independentista. No solo miente; también manipula. Asegura que la sociedad catalana está dividida, aunque no a los extremos dibujados por el señor Riverado o Casavera, pero no está dispuesto a admitir referéndum de autodeterminación alguna entre otras cosas, dice, porque los referéndums solo sirven para dividir a las sociedades. Aquí ya se lía y muestra no saber bien de qué habla pero, en todo caso, vuelve a mentir. El referéndum catalán no dividiría a la sociedad catalana porque, según él, ya está dividida. Y, en todo caso, añade condescendiente, tanto que quieren ustedes un referéndum, traigan a esta cámara una propuesta con el 75% de apoyo y la valoraremos. Vuelve a mentir con mentira ya no de rueda de molino sino de noria de verbena. Esa propuesta es la del referéndum pactado de autodeterminación que han presentado siempre los indepes catalanes y, como acaba de recordar el presidente del Parlament, Torrent, tiene el apoyo del 80%.
¿Quién miente, presidente?