Al Consell per la República, inaugurado ayer con gran éxito en Bruselas tenía que corresponder, entre otras instancias, una organización de Mossos por la República. Todo en Catalunya está moviéndose y a gran velocidad desde el anuncio de huelga de hambre de los cuatro presos políticos. La calle está movilizada, fundamentalmente a cargo de los CDRs, que poseen unas envidiables agilidad y determinación. Pero todavía son pocos. El ejemplo de Francia nos enseña que los números, las cantidades, influyen mucho en los resultados. Los mismos mossos independentistas piden en su escrito a los manifestantes que acudan en gran número y en actitud pacífica y/o de resistencia. Buen consejo que las gentes deberemos seguir si queremos resultados. Pero clarificando algún aspecto.
La revolución catalana es pacífica, no violenta y así debe seguir siendo, porque es esta no violencia la que le da la fuerza moral de la que habla el presidente Puigdemont y no solo su unidad. La unidad es un medio, mientras que la no violencia es un método y una forma de conciencia. Pacífica, no violenta y de resistencia. No se ataca, no se agrede a las fuerzas de ocupación y su sarta de cipayos; pero tampoco se colabora con ellos. Resistencia pacífica y no colaboración en nada. Por último, ¿qué hacer frente a las provocaciones de las fuerzas de ocupación y los infiltrados? Evitarlas, no responder a ellas, denunciarlas, identificar a los provocadores y no ponerse nerviosos ni empezar a dar gritos histéricos en los medios y a rasgarse las vestiduras si alguna vez, en legítima defensa, los manifestantes responden a los provocadores como merecen. La proporción entre provocaciones fascistas y respuestas populares siempre será de miles a una y no ha lugar a ignorarlo. Entre otras cosas porque muchos/as de quienes critican acerbamente la violencia de los nuestros, diciendo que da la razón a los ocupantes, en el fondo, lo que quieren es que suceda lo que dicen temer.
En su valiente escrito -que pone de relieve la complejidad del momento que vivimos- los mossos piden más o menos al govern y hoy, por extensión, al Consell, lo mismo que Palinuro hace tiempo: que tome la iniciativa, se ponga al frente de la manifestación, proclame la República y la independencia y libere a los mossos de la obediencia debida a la justicia española. Hay parte de verdad en esto, pero no en todo. Es cierto que el Consell debiera haber aprovechado su inauguración para hacer una propuesta de acción colectiva concreta y detallada en lugar de unas declamaciones de voluntad independentista, algunas objetivos poco precisos y el anuncio de que se pedirá la exclusión de España de la UE, noticia bien venida, desde luego, pero de importancia menor. Puigdemont y Torra han hablado con claridad y determinación y hecho visible la lucha independentista en Europa una vez más. Pero también deben orientar esta en el interior, marcar objetivos y explicar qué se espera de cada uno de nosotros en este esfuerzo que es de todos y todas: instituciones, presidentes, diputados, pueblo, organizaciones sociales, culturales y profesionales, partidos, periodistas, publicistas, todos y todas a una.
Esencial es que el Consell, el govern, las instituciones, den apoyo a la lucha independentista en todo el país y encabecen la acción del próximo 21 de diciembre y las que se den entre tanto. Es el pueblo el que protagoniza la lucha en este momento y sus representantes deben estar a su lado porque es el mandato del 1-O y lo que puede garantizar el éxito. Discrepo, por tanto del presidente Mas cuando dice que no es función de las autoridades orientar la acción colectiva. En ciertos momentos de emergencia como estos, no solo es su función, sino su deber. Recuérdese que, si del norte francés nos llegan noticias alentadoras sobre la capacidad del pueblo para luchar contra la tiranía, del sur andaluz nos llegan otras temibles sobre la capacidad de ese mismo pueblo (aunque quizá sea otro) de humillarse y someterse a la tiranía de los elementos más indeseables de la sociedad.
Aquí hay que hacer piña no ya solo para conseguir nuestro objetivo de una República catalana independiente sino, simplemente, para sobrevivir. Si no echamos a las fuerzas de ocupación, la alternativa es volver al franquismo catalanófobo de Vox. Y que nadie se consuele con el engaño de que hay una izquierda española a la que hay que apoyar para hacer frente común contra el fascismo. Parte de esa izquierda, la del PSOE está deseando pasarse a Vox, como ya hacen con descaro los del PP. Y la otra parte, los de Podemos aspiran a ocupar el sitio del PSOE, sin duda como etapa intermedia antes de terminar del todo como este. ¿Alguien dudaba de que dentro de Iglesias, Monedero y Errejón anida un espíritu reciamente español, rojigualdo y patriótico que solo tiene que reprochar al de los fascistas del PP, C's y Vox el hecho de que lo compaginen con su fabulosa capacidad para robar?
Ciertamente, hay que escuchar a los mossos, tener mucho cuidado y ser hipercríticos, pues nos jugamos la independencia o la humillación. Pero también los mossos han de escuchar. Todos hemos de escucharnos unos a otros si queremos preservar la unidad y conseguir el éxito. Los mossos son funcionarios, igual que los civiles, pero armados y, como todos los funcionarios, tienen un sistema estricto de jerarquía y obediencia. Todos los funcionarios. A su vez, todos, funcionarios y no funcionarios, armados y desarmados, tenemos que aceptar un margen de inseguridad, riesgo y peligro si queremos vivir en libertad y dignidad como pueblo independiente. Los mossos, también. Deben exigir al govern que ejerza su responsabilidad republicana; pero no pueden eximirse de ejercer ellos la suya. El govern debe liberar a los mossos de la obediencia a una justicia española prevaricadora, injusta y profundamente anticatalana.
Pero tampoco pueden olvidar los mossos que no hay eximente de obediencia debida y que, como todos en esta tarea común, solidaria, emocionante y prometedora, deben encarar su margen de responsabilidad.