La Catalunya independentista atrae las esperanzas de otros pueblos de la península como la Nueva Jerusalén del libro de Ezequiel las de las doce tribus de Israel. La lucha de los indepes catalanes suscita admiración y numerosos intentos de imitarla en distintas tierras.
Ayer mantuve un amistoso debate con Pedro Ignacio Altamirano, fundador de la Asamblea Nacional Andaluza, cuya primera parte reprodujo elNacional.cat. Me reprochaba Altamirano que, al proponer una lista única independentista con todos los presos y exiliadas políticas, me hubiera olvidado del republicanismo andaluz, que también es independentista.
Hace un par de meses, una consulta popular en Vallekas, Madrid, sobre si referéndum monarquía/república, tuvo una participación inferior al 5%. Y ayer mismo, la consulta vasca en Donostia y otros lugares movilizó al 13% del electorado.
Es evidente de toda evidencia que el fuego catalán no prende en otras tierras peninsulares o, de ser simiente, cae en terreno pedregoso, por seguir en la Biblia pero, ahora, en el Nuevo Testamento. El fuego catalán es como la llama interna de los místicos que solo arde hacia dentro. Eso es algo que ya sabíamos. Es frase atribuida a Companys: "Todas las causas justas del mundo tienen defensores. En cambio, Catalunya solo nos tiene a nosotros". Catalunya, recuérdese, "puede prescindir del mundo, pero sus vecinos no pueden prescindir de ella", según Voltaire.
El independentismo catalán desborda sus fronteras y se vuelca allá en donde se lo piden. Aunque, vistos los resultados, debería pensarse. El personal es muy suyo y habrá quien se mosquee y, en lugar de solidaridad, vea paternalismo.
Independentismo real, de pedra picada, con apoyo social y parlamentario mayoritarios solo lo hay en Catalunya. Su comparación con otros intentos, tan justos como valientes, muestra una asimetría brutal y pone de relieve lo escuálido del apoyo social a estos empeños, sean cuales sean, independentistas, republicanos o alguna mezcla. Sin duda está en el ánimo de estas iniciativas beneficiarse de la comunidad de objetivos con los indepes catalanes y sin duda también tienen estos un deber de solidaridad por afinidad electiva.
Pero la independencia de la República Catalana será obra de los/as catalanas/es y no depende de avatar alguno en el vecino reino, ni siquiera el de que deje de ser reino para transformarse en República.
Bienvenida la República española en relaciones fraternales de igual a igual con la República catalana.