Dos mundos.
Esta noticia tiene su interés. No es la inconmesurable victoria que ha obtenido España sobre la pérfida Albión, venganza de la Invencible y aniquilación del Tratado de Utrecht, por la cual, aunque la Union Jack ondee en el Peñón, el bacalao lo cortarán los españoles. No lo es. Por esta razón no aparece en los medios españoles, volcados todos en loar la hazaña diplomática hispana, prueba de que el país es alguien en la unión Europea. Para el nacionalismo español, la de Torra en Lledoners es una noticia menor, autonómica, sin trascendencia nacional como la tienen, en cambio, las elecciones andaluzas, en donde se juega el destino de España, según Iglesias. España, Andalucía, el destino. Y El amor brujo de Falla. "¡Soy la voz de tu destino! ¡Soy el fuego en que te abrasas!".
La batalla diplomática ha sido otro "¡Gibraltar español!" de rancia prosapia.
En Andalucía se juega la suerte de los distintos partidos en los próximos cuatro años; no el destino de Andalucía. Y menos el de España.
El destino de España se juega en Catalunya, en una situación de coexistencia de dos poderes de hecho, muy asimétricos. El Estado y la Generalitat. Ambos con proyectos políticos diferentes y antagónicos. Y con grados de precisión muy distintos. El del Estado es confuso, indefinido, consiste en una defensa del statu quo con escasa convicción. Lo defiende, sí, pero cree imprescindible reformarlo. Es más, ofrece una oscura reforma a cambio de su conservación. El de la Generalitat es claro, está definido y forma parte de un propósito final también claramente expuesto: la independencia.
¿No tiene importancia que el presidente de una Comunidad Autónoma, que es el Estado en ella, vaya a visitar y a celebrar reuniones de trabajo con los presos políticos de ese Estado? Es una parte del Estado, un "fragmento de Estado", que diría Jellinek, opuesto al mismo Estado. Es un poder republicano enfrentado de hecho a un Estado monárquico.
Son dos poderes. Son dos mundos. El periódico titula presos políticos, locución prohibida en los medios españoles pues designa una realidad que el Estado no acepta, la existencia de presos políticos. Para él son "políticos presos" y por eso mismo debiera encontrar más reprobable que el presidente de la Generalitat acudiera a trabajar oficialmente con unos presos ordinarios.
Ni el Estado, ni el gobierno, ni los partidos pueden impedir que el presidente de la Generalitat acuda a conferenciar con los dirigentes independentistas encarcelados. Y ya quisieran, porque así se coordina la estrategia independentista, ya que el MHP Torra es el puente de unión entre los presos/as y el Consell per a la República.
Es en Catalunya en donde España se juega su futuro. No en Andalucía.