Los lectores de Astérix lo saben: a los irreductibles galos de la aldea solo les asustaba que el cielo les cayera sobre la cabeza. Y un buen día, allá por 2005, en el número 33 de la serie, dibujado y escrito ya solo por Uderzo, el cielo les cayó encima. Lo mismo pasó al bloque independentista ayer. Pero así como el número de Astérix es bastante aburrido, el episodio del voto de la mesa del Parlament crea una situación extraordinariamente viva y tensa. El voto vino a zanjar un "cuadrilema". A Palinuro se le ocurrió subir una encuesta a Tuiter con cuatro opciones: a) obedecemos ahora y aplazamos el choque unas horas. b) desobedecemos y esperamos la reacción. c) dejamos todo como está y perdemos votaciones. d) vamos a elecciones. La última vez que la miré llevaba 6.865 votos que se distribuían así: a) 6%. b) 57%.- c) 4%.- d) 33%. La desobediencia parece lo más cercano al mandato del 1O y es el 57%, quizá el posible apoyo alectoral a la independencia. Al menos en tuiter.
En la última manifestación independentista se afeó a un puñado de radicales que proporcionaran al enemigo las imágenes que necesita para vilipendiar (como diría Borrell) el independentismo. Mira por donde, las imágenes y más que imágenes, las portadas de los principales medios españoles, las han dado los indepes no radicales. Y si, a eso se añade el voto conjunto ERC-PSC, las imágenes se oscurecen.
El resultado inmediato de este desencuentro es que el Parlamento ha desautorizado todo el programa de gobierno de Quim Torra y ha tumbado dos decisiones de alto contenido simbólico: la reprobación del Rey y la afirmación de la autodeterminación. Ayer la República tropezó con la monarquía y se deshizo como un azucarillo, pues una República que no reprueba al rey que detenta su poder no es tal. Es verdad que, como premio de consolación se aprobó pedir al gobierno un referéndum pactado sin fecha. O sea, ad calendas graecas.
Todo eso choca con el ánimo de la calle, más propicio a cumplir el mandato del 1O. Supongo que en las próximas horas o días habrá movimientos significativos más o menos previsibles o imprevisibles. La pérdida de la mayoría absoluta es una catástrofe que no hay forma de disimular por más eficacias y "normalidades" que se invoquen. Este es un juego de suma cero: lo que tú pierdes, lo gana el contrario. Por eso estamos en portada de El País, alegre como unas castañuelas: el Parlament rechaza reprobar al Rey y la autodeterminación.Nunca hubieran soñado tanto.
La historia lo admite todo, lo procesa todo: parlamentos grandes, como el inglés de mediados del siglo XVII o el francés de 1789, y parlamentos pequeños como el alemán de marzo de 1848 y el de Catalunya ahora mismo, solo que les dedican interpretaciones y valoraciones distintas. En los dos primeros, los parlamentos cortaron la cabeza al rey; en los dos segundos, el rey cortó la cabeza al Parlamento.
Mi fe en la capacidad y flexibilidad políticas de los dirigentes independentistas es grande, pero no se me ocurre de qué modo pueda recomponerse una unidad de acción independentista parlamentaria. Dado el grado de polarización ideológica del Parlament, la única mayoría ideológicamente coherente y viable es la que hubo hasta ayer. Ahora no es que haya otra; es que ni esa hay porque, aunque ERC tuviera nostalgia del tripartito (cosa harto inverosímil), los números no dan.
Y, si hemos de andar a elecciones, con todos mis respetos, lista única.