dijous, 18 d’octubre del 2018

Al final, nos echan

Tendría gracia que nos echaran de la UE por déficit democrático. Después de la tabarra que dio la generación del 98 con el Zurück zu Europa. Luego de fabricarnos las credenciales de Estado democrático de derecho, dejamos patente que estas no se correspondían con la realidad.

El ministro de Asuntos Catalanes, poseído de la santa misión de limpiar el nombre de España, ha abierto otro frente de lucha por el honor nacional. Toma represalias por unas declaraciones del presidente del Parlamento de Flandes en su condición de tal. Lo grave es esa oficialidad del acto y nos explica, como si fuéramos tontos, que si las hubiera hecho tomando una sidrina en un chigre, él no hubiera intervenido con su ánimo jupiterino. El episodio tiene la gracia acostumbrada de los modos del ministro, consistentes en prohibir hablar a quien acusa a España de prohibir hablar.

Muy mal se lleva en España que los parlamentos hablen y actúen como parlamentos, esto es, lugares en los que se habla y por eso se llaman parlamentos. En los parlamentos, además, se puede hablar de todo. "De todo no", piensa el ministro, "no se puede hablar mal de España" porque eso es dar páabulo a la Leyenda Negra que él ha venido a erradicar. "Por mucho menos de lo que ha dicho este presidente", habrá pensado, "tenemos nosotros a la presidenta Forcadell entre rejas".

Sí, muy castizo y gracioso, pero a ver si se cumplen las amenazas y los europeos vuelven a dejarnos solos con estos energúmenos.

Recuérdese, España no tiene historia. Es siempre igual a sí misma.