De todas las artes, el teatro ha sido siempre una de las más críticas y vanguardistas, la que se ha enfrentado a los poderosos y ha defendido la causa de la justicia y la libertad. Razón por la cual a veces ha estado prohibido en algunos lugares y distintos tiempos. Y si sirve de soporte a un espectáculo musical, operístico, como el que nos ofrece el grupo Òpera Jove en la tradición del bel canto recuperado, el efecto puede ser contundente. La música vocal e instrumental es arte puro, emoción que habla directamente al corazón. Transmite sentimientos. La ópera está ligada a acontecimientos importantes en la vida colectiva de los pueblos y se incardina en la historia sentimental de todos.
En este caso, el espectáculo trae numerosos parlamentos, a modo de recitativos, con lectura de cartas de muy diversa condición y época con un rasgo común: todas ellas se han escrito en prisión. Las cartas desde prisiones constituyen, para bochorno de la humanidad, casi un género literario por derecho propio. Si hubiera que leer, aunque solo fuera una por cada persona presa, la sesión se prolongaría días. A mí me tocan dos alegatos emocionantes, pero no diré cuáles por no hacer spoiler. También se leerán algunos textos sobre derechos humanos, derechos del hombre y de la mujer (tómese nota), directamente relacionados con la finalidad del espectáculo, que es protestar por la grave situación de injusticia que padecen las y los presos/as políticas/os en Catalunya y, por lo que se deduce de los textos y el ánimo de los organizadores todos los presos/as políticas/os del Estado. Y, por supuesto, los y las exiliadas y exiliados.
Toda la obra es un grito de protesta contra una situación injusta, un grito integral del arte. La ilustración, que trae una cita de Oscar Wilde, preso en la cárcel de Reading, representa un famoso cuadro de 1890, de Van Gogh, titulado La ronda de los presos, que tiene su historia. En realidad es una versión de un grabado anterior (1872) de Daumier, titulado "Peregrinación en Londres", en prosecución de su obra sumamente crítica con los sistemas judiciales, penales y penitenciarios de su tiempo. Pero el holandés lo interpretó a su modo, introduciendo en él, además del color, dos detalles: se autorretrató en primer término, aunque él nunca estuvo en prisión, pero sí encerrado, y pintó dos mariposas revolotendo en la parte superior izquierda sobre la piedra de la pared del fondo, un símbolo de la libertad. Aquí están ocultas por el título del espectáculo, Del Gris al Groc, sumamente logrado.
Nos vemos en el Teatre Municipal.