Con toda desfachatez Rivera ha ido a TV3 a insultar al medio y mentir sobre su profesionalidad. Tanta que hasta los avezados en el cinismo de C's se han sorprendido. Desfachatez y desvergüenza. Rivera sabe que miente al acusar a TV3, la única televisión que se salva en España en el ranking de organizaciones internacionales. Sabe que miente y sabe que sabemos que miente. Eso es lo que quiere. Lo suyo no es convencer; es atemorizar. Algo así como: "sí, miento, pero, si llego al poder, ya sabes lo que te espera".
Culmina así por ahora la deriva fascista de C's, organización que inspira, alienta y comparte las actividades de provocación callejera de las bandas agresivas contra los lazos amarillos. Arropan estos peculiares ciudadanos su talante y actividad intimidatorias con una reflexión sobre el concepto de "espacio público". Este espacio debe ser neutral, entendiendo por neutralidad lo que a ellos les dé la gana. Y para demostrar su razón se lanzan a las calles en bandas, con palos y cutters, enmascarados o disfrazados de marcianos, a arrancar lazos amarillos y provocar altercados. A coartar o reprimir la libertad de expresión ajena.
El meollo mismo del espacio público es la TV y ahí, las derechas mandan a los jefes que, como se ve, atacan y mienten sin límite alguno. Rivera no ha hecho nada en TV3 que no hiciera hace un tiempo Cospedal en circunstancia parecida, atacando injustamente a una periodista y a la cadena del programa. La misma desfachatez y desvergüenza o superiores incluso por tratarse de una gobernante del partido con el cual RTVE era una miserable charca de ranas croando loas al régimen.
Porque las derechas consideran que el espacio público debe ser el que ellas decidan y ninguno más. Es el supremacismo propio de la carcunda hispana. España es católica o no será; es de derechas o no será. Cualquier otro modo de concebir el espacio público es un error, un pecado o un delito; o las tres cosas a la vez.
El supremacismo intrínseco alienta en el fondo de ese nacionalismo español, tan cierto de sí mismo que comienza por negar su propia existencia. Así, desde la suprema altura de un no nacionalismo por superación, los españoles hacen de menos los nacionalismos ajenos, formas de identidad lamentablemente provincianas o xenófobas.
Ese es el verdero supremacismo. El nacionalismo español solo se diferencia de los otros en que está sostenido en el uso de la violencia militar, policial, judicial, mediática, económica y religiosa. Pero eso explica la desfachatez y desvergüenza con que Rivera o Cospedal o cualquiera de estos va al espacio público a mentir y amenazar. Porque se saben impunes.
Añádase a ello que esa impunidad se emplea asimismo para favorecer una táctica de desestabilización de Catalunya a base de provocar como sea actos de violencia que deslegitimen la reivindicación independentista. Es algo que les urge. La asistencia a los actos públicos de unos y otros revela a las claras los respectivos apoyos sociales. Mientras que a la próxima Diada irán millones de personas, al último acto público de C's en Barcelona acudieron cien, según su propio cómputo.