Tras el empacho de "Normalidad" de ayer, que dejó a todo el mundo en pie de guerra, latía esa declaración insólita de que tenemos una monarquía ejemplar. El concepto de "normalidad" de Sánchez es peculiar, pero el de ejemplaridad raya en lo sublime.
Si por monarquía se entiende la dinastía de los Borbones, la ejemplaridad brilla por la ausencia; si el régimen reinstaurado por Franco, se convierte en lo contrario, en ejemplo de villanía, deslealtad e ilegitimidad; si se entiende la actual familia reinante, con el del Bribón I y II, el cuñado entre rejas por ladrón, la hermana apoyándolo, las primas, tías y otras parentelas en paraísos y amnistías fiscales, la ejemplaridad es la de Mackie el navaja. La gente no le profesa aprecio alguno; en las encuestas no se pregunta por ella ni por el rey en concreto. El lujo y boato en que vive, sus inenarrables peleas internas, la nula empatía con la vida de la gente y la agresividad oratoria del monarca la han hecho antipática al personal.
Pero todo eso lo sabe el presidente Sánchez. Para recordárselo le han sacado a relucir un tuit republicano, de "Salud y República" un 14 de abril. Claro que lo sabe. Sabe que la monarquía está bajo mínimos en todos los conceptos. Y, a pesar de todo, extiende la condición de "ejemplar" también al rey dimisionario, quizá porque eso, la dimisión, haya sido lo único decente que haya hecho en su vida.
Tanto cinismo tiene que venir de muy abajo o muy arriba, según se mire. Y, como sucede con el concepto de "normalidad" (compaginada con la existencia de presas políticas), trae un idea de fondo. Hay que salvar la monarquía porque es el eje del régimen del 78, la Constitución y la transición. Es decir que, si en lugar de tener un rey bípedo implume y poco más, tuviéramos una rana, la monarquía seguiría siendo ejemplar al menos para los batracios.
Tal es la cuestión: la monarquía. Lo que Sánchez llama la "cuestión catalana" se complica mucho porque, además de independentista, es cosa republicana. Hay que defender la monarquía, aunque sea batracia, porque es el dique de contención del republicanismo catalán. Por eso, con una monarquía "ejemplar", se yugula toda voluntad de someterla a referéndum monarquía/república. Otro referéndum que el nacionalismo español rechaza de plano, como el catalán. Es odio a los referéndums. El de monarquía/república en España no lo apoya ni Podemos, esos que iban a comerse al rey.
Los catalanes tienen la culpa de estos avatares de la ejemplar institución y el atribulado Estado español que quiere ser de derecho pero con presos y exiliadas políticas. Tienen la culpa por obstinarse en ser catalanes y decidir por su cuenta. Así que, según parece, la voluntad de Sánchez es agotar la legislatura y ofrecer a sus postrimerías un referéndum sobre el estatuto de 2006 o alguna otra forma estatutaria.
Está en su derecho. Ya veremos de entrada si llega al final de la legislatura por elecciones en España o en Catalunya. Auguro escasa pasión por la opción estatutaria y mucha en cambio por la independentista. El bloque indepe está en estado de efervescencia y en su seno se agudiza la polémica que, básicamente, afecta a la velocidad de las medidas de implementación de la República y grado de desobediencia que en ellas se manifiesta. Pero la unidad no se rompe.
Siguen siendo dos poderes del Estado que pugnan entre sí con muy distintos (opuestos) objetivos y muy diferentes (asimétricos) medios. Lo primero que debe aclarar el gobierno para que su oferta de referéndum sea creíble es que se garantiza el derecho a presentar la opción independentista en igualdad de condiciones. Y poco igualdad hay cuando unos dirigentes están en prisión o en el exilio.
Por lo demás, esta opción del referéndum no cae en la cuenta de que el plazo fijado, cuando se fije, no obliga a la Generalitat y su objetivo de cumplir el mandato del 1-O y consolidar la República. Puede ser que la acción del independentismo catalán fuerce una situación de hecho que dé al traste con los proyectos del gobierno y hasta obligue a una mediación internacional. Sería un acto de la revolución catalana.