El lazo amarillo es uno de los símbolos más antiguos y más extendidos en muy diversos países y para muy distintas reclamaciones, normalmente de esperanza y justicia. En sus orígenes era señal de que se esperaba la vuelta de un ser querido que había ido a la guerra. En Catalunya empezaron a usarlo los convergentes para reivindicar la autodeterminación y, con el encarcelamiento de los Jordis y otros/as presas/os políticos, pasó a simbolizar la esperanza de que fueran liberados.
La difusión de los lazos amarillos responde a un movimiento espontáneo de sectores soberanistas de la sociedad catalana y, como tal, ejercicio de la libertad de expresión, individual o colectivamente. Desde el punto de vista legal, este gesto tiene la misma nula relevancia que cualquier otra campaña en defensa no delictiva de una u otra causa. La libertad de expresión es el núcleo mismo del Estado democrático de derecho. Ningún portador o difusor de lazos amarillos pretende impedir que otros saquen otros lazos u otros símbolos.
Lo que sí quiere evitar, y está en su derecho, es que le ataquen por ello. Exhibir o colocar o pintar lazos amarillos no es un delito. Agredir a quienes lo hacen, sí.
Estos lazos amarillos parecen sacar de quicio a la derecha más catalanófoba. Los dirigentes de C's, Arrimadas y Rivera calientan el ambiente con soflamas populistas, incendiarias. Dicen constatar que el Estado no está dispuesto a defender el carácter público del espacio público que, para ellos es "neutral". Son los que llaman "neutral" a un espacio público literalmente embebido de franquismo que se niegan a eliminar. Lo que debe desaparecer por ley es la apropiación del espacio público por símbolos partidistas... ajenos.
Como alguien ha informado a estos demagogos de que ni en España puede promulgarse una ley para criminalizar la libertad de expresión (que, para eso ya está la Ley Mordaza) Rivera decide tomarse la justicia por su mano. Si el Estado no actúa, dice en discurso típicamente fascista, lo harán ellos, los militantes de C's. Para evitar que el espacio público sea apropiado por un partido, se lo apropian ellos para el suyo.
Pero el asunto no queda en esta especie de astracanada. Va mucho más allá. Al acusar a los indepes del lazo amarillo de apropiarse del espacio público se subraya que esa apropiación intimida a los no indepes. Así que, para liberar del temor a los intimidados unionistas, se procede a agredir sistemáticamente a los portadores de lazos amarillos.
De lo que se trata, claro está, es de sembrar el temor entre la población, imponer una ley del hampa en contra de la libertad de expresión en Catalunya. Se trata de ir preparando el camino para cuando haya que intervenir por la fuerza bruta en Catalunya para impedir su independencia. Lo asombroso de este caso es que el sedicente gobierno socialista con apoyo de Podemos no vea el claro ascenso del fascismo en España. O no quiera verlo.
Quizá pueda el Estado transitoriamente interrumpir el proceso independentista por la fuerza bruta. Pero a la larga no podrá impedir la independencia.