dilluns, 2 de juliol del 2018

Telecracia

Es significativo que el primer lío negociador y en el que las partes muestran mayor interés sea el de los nombramientos para la RTVE. No un debate sobre el modelo de audiovisuales públicos, sino una pugna por el nombre del baranda (o la baranda) que controle el chiringuito. Lo mismo que hizo el PP a las pocas fechas de su triunfo en noviembre de 2011: reformar la ley Rodríguez Zapatero, hasta entonces vigente, a fin de nombrar sin oposición posible un director de su estricta obediencia.

Ahora es más o menos lo mismo. Se reforma la reforma, volviéndose a la normativa de Zapatero y se elije a alguien de confianza política. Es verdad que la reforma es democrática y que, muy probablemente, el director o directora que se nombre estará a años luz del cerrado propagandismo de la RTVE pepera. Si hubiera alguna duda basta ver la furia de la oposición del PP a los planes conjuntos de PSOE/Podemos. "Cualquier día vemos a Monedero presentando Informe Semanal", se santiguaba horrorizada Soraya Sáez de Santamaría, imaginándose a Belcebú en el plató. Es un buen indicador de que van por en la buena dirección de mejorar, democratizar, profesionalizar los audiovisuales públicos.

Pero estos pactos a escondidas, estos conciliábulos y repartos no son el mejor camino. Revelan  una concepción mediática de la política. En sí mismo no está mal, dado que la política toda es mediática y, de acuerdo con su espíritu esencial de amigo/enemigo, si no controlas los medios, no apareces en ellos o no apareces como te gustaría aparecer. Hay algo, sin duda, que distingue este proyecto de la izquierda de los abusos censores del gobierno anterior y se ve en el hecho de que el PSOE quiera contar con la aprobación de la plantilla para el nombramiento del nuevo jefe o jefa.  Es elemental. Palinuro también sugirió buscar alguna forma para consultar a la audiencia, aunque no se lo ocurría cuál. Precisamente por todo ello es esencial no reproducir los procedimientos de amistades políticas. La presidenta de RTVE no se debe a un partido ni a un dirigente, sino a su audiencia. Nada más.

Y luego está la cuestión de las mayorías parlamentarias precisas que terminan de hacer trizas unas maniobras caracterizadas por la precipitación, la ambición y la bisoñez. Se necesitan dos tercios en primera vuelta hoy y mayoría absoluta en segunda el miércoles. Los nombres barajados y abrasados casi en un mismo acto del comienzo (Arsenio Escolar, Ana Pardo de Vera y Andrés Gil) han protagonizado un confuso vodevil en el que también se han oído otros, cocinado por el célebre modo de Juan Palomo. Los dos tercios son imposibles de alcanzar. No hay esperanza real de consensuar algo con PP y C's. Paro tampoco será fácil con el PNV y los indepes catalanes, cuya concurrencia, como ya sucedió con la moción de censura, es imprescindible para aprobar el nombramiento. Y hasta la fecha, ninguno de ellos está satisfecho con la propuesta de la izquierda española.

El PNV mantiene la incertidumbre por razones de forma: este no es el procedimiento. Los indepes catalanes por algo más de fondo. Tras haber aportado sus votos para hacer presidente a Sánchez (si bien advirtiendo que eran votos en realidad contra Rajoy) todos los gestos de aquel sin excepción han sido beligerantes con el independentismo. La República Catalana no tiene ninguna obligación de seguir propiciando una política que básicamente se hace contra Catalunya.

Los sectores más radicales del independentismo sostienen que a este no se le ha perdido nada en el vecino Estado monárquico y no le merece la pena ni siquiera votar en contra. Quizá sea excesivo y prevalezca la inercia de la mitad de la legislatura, pero es algo que se debatirá en breve, pues es difícil comprender una República Catalana independiente que acepta un marco jurídico-político superior y participa en él. 

De momento, en todo caso y, visto el procedimiento seguido así como la necesidad de los votos indepes, sería muy razonable que el independentismo propusiera como nombre de consenso para presidir RTVE a Josep Vicent Sanchis, director de TVC, siempre que él aceptara. Es de conocimiento general que los audiovisuales catalanes públicos son más equilibrados, abiertos y plurales que los españoles.  Si Sanchis es vetado, los indepes pueden votar tranquilamente en contra de los demás o, simplemente, no votar.