Anunciar la 5ª edición de La República Catalana "me llena de orgullo y satisfacción". Me siento como el Rey anterior cuando anunciaba los muchos bienes que su democrática magnanimidad nos regalaba anualmente; aunque él no ha publicado libro alguno. Falta de olfato empresarial de los editores. Recopilando los discursos de padre e hijo, saldría un tomito muy apañado con vocación de éxito de ventas en los supermercados. Verdad es que todos los capítulos serían el mismo, pues los discursos reales son siempre idénticos. Hasta los heredan, como el trono. La corona ciñe la misma cabeza pues, como quiere la tradición inglesa, decana en estas quisicosas, King never dies ("el Rey no muere nunca"). Misma cabeza, mismas ideas, mismo discurso. Así, los lectores podrían aprendérselo de memoria. Como el himno de Marta Sánchez. Todo por la patria.
Espero que estas observaciones no se consideren injurias a la Corona y acabe Palinuro haciendo compañía a Valtonyc. Tiempo tendrán los jueces para mandar al trullo a los barceloneses que mañana, domingo, reciban a Felipe VI con la cacerolada más grande que se haya hecho jamás. El instructor encontrará fácilmente las pruebas: todo aquel que tenga una cacerola o sartén o pava (pues hay muchas argentinas por allí) abolladas en la cocina, al talego.
Editado en 2016 por Ara Llibres, hace menos de dos años, esta quinta edición evidencia cierto interés del público que el autor agradece, pues no pertenece a ese círculo de excelsos espíritus que solo escriben para sí mismos. Está en castellano, lengua tan importante en Catalunya como en España. Sus lectores son casi todos catalanes, esa gente maligna que lee en castellano y catalán indistintamente solo para fastidiar, tratando de igualar o superar la facilidad con que el público castellano del resto del Estado lee en catalán y castellano.