Ciertamente, Junqueras es un hombre de paz. Anque no lo hubiera demostrado a fondo como lo ha hecho, bastaría su palabra. Como debiera bastar si dice que acata la Constitución, la ley o lo que sea. No asiste a los magistrados la competencia de indagar si su acatamiento es o no sincero. No son inquisidores.
¿O sí? Junqueras dice ser un hombre de paz ¿quién sabe? ¿quizá como Bruto decía ser hombre honorable, según Antonio? Y, en todo caso, ¿a qué viene eso de ser "hombre de paz"? Aquí se trata de cuestiones objetivas, jurídicas, delitos; nada de paz. Estos inquisidores, sin duda, son todos creyentes en aquel que, cuando lo enredaban los fariseos con la ley de los hombres, decía que superior era la ley de su Padre. Y si lo creen de uno ¿por qué no lo creerán del otro? Quiero decir, en cuanto a la sinceridad de su afirmación. Ya sé que es enojoso averiguar lo que piensan los seres humanos; para eso se inventó la Inquisición, el tribunal de las conciencias. Pero no estamos otra vez en la Inquisición, ¿no?
Téngase asimismo en cuenta que la declaración de paz de Junqueras es una defensa poderosa en contra de las acusaciones que sobre él pesan empezando por la de rebelión, todas las cuales exigen violencia. Ya sé que aquí el personal avisa de que ese concepto de violencia es interpretable y puede acabar siendo violencia algo que no lo parezca. Y hasta que ni lo sea.
Cierto. Pondré un ejemplo. Tras tomar declaración a Junqueras, los magistrados de la sala de apelaciones han aplazado dar a conocer su decisión. Tener en prisión a un hombre de paz movido por sus profundas creencias religiosas, dignitas hominis, según él mismo ha dicho, el día de Reyes, privado de ver a sus hijos y en una causa tan problemática como esta, ¿puede considerarse violencia? ¿Crueldad?
Señorías, dejen que los RRMM traigan esta noche a esos niños la presencia de su padre. Esto no va ya de fiscales, jueces y tribunales; ni siquiera de política. Esto va de humanidad.