Se trata de ganar. Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado: trampas de todos los colores.
Las elecciones del 21D son ilegales e ilegítimas, de acuerdo. Pero son. Fácticamente. Sin duda las ha impuesto la UE porque al partido de la Gürtel no le convienen. Y Europa apuesta por ellas,
Esto obliga a participar porque, en primer lugar, si objetamos, podemos perdernos en galimatías formales de normas vigentes, "suspendidas", "aplazadas", etc., mientras los otros hacen campaña; en segundo lugar porque, por muy puros que queramos ponernos, si se predica la abstención, recuérdese, "el que calla, otorga" y, si el bloque independentista, muy ofendido, se abstiene, calla y Catalunya será gobernada por la señora Arrimadas.
Además de participar, hay que decir cómo. Palinuro es partidario de la lista única de país por varias razones, todas ellas opinables y discutibles, por supuesto, excepto una, que es un hecho. El sistema de escrutinio será el D'Hondt, que perjudica las candidaturas pequeñas y divididas. Siempre. Cierto que se trata solo de cuatro resultados, uno en cada provincia y que, en definitiva, la cosa puede afectar a lo mejor a dos diputados en total. Pero, como están las cosas, dos diputadas pueden ser decisivas.
En todo caso, se articulen como se articulen la(s) candidatura(s) independentista(s), el mensaje tiene que ser claro y rotundo: se elige el primer gobierno de la República Catalana. Todo lo que sea apartarse de ahí, será peligroso. Y si, durante las campaña, las candidaturas independentistas se pelean entre sí, el resultado se resentirá. Esto recuerda mucho la famosa "polémica del revisionismo" en la Socialdemocracia alemana de fines del XIX primeros del XX entre Bernstein y Luxemburg. Bernstein sostenía que el movimiento (el partido socialdemócrata) era todo y el fin (el socialismo, la revolución), nada. Luxemburg, en cambio, defendía que, siendo el movimiento (en este caso, diríamos, el independentista) muy importante, el fin (la independencia) es todo.
En todo caso, repito, se trata de ganar. Es cosa de vida o muerte porque, o se gana el 21, o la represión del Estado será sin precedentes.
La versión castellana:
Trampas
de todos los colores
De aquí
a las elecciones del 21D que el gobierno, en uso de sus facultades
dictatoriales del 155, ha tenido a bien
convocar de modo ilegítimo e ilegal, el camino estará lleno de trampas, minas
de todo tipo, insidias, manipulaciones, amenazas, chantajes y engaños. Habrá un
esfuerzo redoblado y unitario de los nacionalistas españoles para evitar que el
resultado sea una victoria del independentismo.
Es
legítimo dudar de la utilidad de las elecciones desde el momento en que el
gobierno, por boca del inefable Hernando, ya ha dicho que, si gana de nuevo el independentismo se volverá a aplicar el 155.
O, dicho de otro modo, el propio convocante dice que las elecciones solo valen
si las gana él. Si las gana otro, hay que repetirlas… supuesto que vaya a haber
elecciones. El ánimo de la dictadura es patente.
No
obstante, dadas las circunstancias, hay que ir a esas elecciones. Si luego, al
perderlas, el gobierno quiere anularlas, tendrá que explicarlo en Europa en
donde, por cierto, aun siendo de derechas, empiezan a estar hasta las narices
de los fascistas españoles en el poder. Los demócratas deben prepararse para
una intensificación de las políticas de provocación de la derecha, los
nacionalcatólicos, los franquistas gobernantes y su sumisa oposición.
Habrá
más vandalismo de las bandas de neonazis por las calles de Cataluña y de España
entera. Se saben impunes gracias a la tolerancia del gobierno y la supuesta
colaboración activa de los cuerpos de seguridad, empezando por los agentes de
paisano que inciten a los tumultos y agredan a ciudadanos pacíficos,
contribuyentes que les pagan el sueldo a estos sinvergüenzas con sus impuestos.
El
gobierno del partido más corrupto de Europa incrementará las actividades de sus
policías paralelas que organizarán actos de violencia para justificar la
represión, seguirá haciendo guerra sucia, difundirá calumnias y tratará de
impedir las elecciones. Igualmente seguirá atacando y provocando a las
instituciones catalanas, siempre en busca de un estallido en la respuesta que
les permita justificar una ocupación militar completa y no solo a medias como
la que tienen ahora.
La
judicatura, a las órdenes del gobierno, seguirá aplicando el derecho penal del
enemigo a los independentistas, retorciendo los conceptos legales y
persiguiendo judicialmente opciones ideológicas y políticas no gratas a los
gobernantes. Como esa jueza Lamela, que pide a Bélgica la extradición de
Puigdemont por un delito del que no le acusa en España (corrupción) pero que sí
lo es en ese país en donde, sin embargo, no lo son como motivo de extradición
los que cita la jueza. O ese fiscal Maza , que see arroga el derecho a meter
ciudadanos en la cárcel por razones estrictamente ideológicas, de si acatan o
no la Constitución, como cuando la Inquisición, obvio referente del fiscal
hacía lo mismo con el dogma católico.
Los
medios públicos y privados, en un solo frente españolista basado en la
ocultación, la manipulación, la censura y el engaño. Los dos periódicos impresos
catalanes están dispuestos a publicar mentiras, bulos o infundios si perjudican
al independentismo. Lo mismo sucede con la prensa de Madrid, especialmente El País, que está dejando atrás La Razón en punto a su bajísima calidad
de pasquín anticatalán.
Igualmente,
los llamados “mercados”, esto es, los capitalistas, los banqueros, los grandes
empresarios, fomentan un clima de miedo y maniobran tratando de descapitalizar
Cataluña o financian las partidas fascistas de la porra para atemorizar a los
ciudadanos independentistas o las falsas organizaciones sociales españolas,
tipo SCC, Dolça Cataalunya o DENAES, todas ellas plagadas de fascistas estilo
del viejo somatén.
Los
partidos de la izquierda española –a los que la independencia de Cataluña ha
dejado al descubierto como nacionalistas españoles-han mostrado una vez más que
son antes españoles que de izquierdas. Y españoles de la única España que sus
clases pensantes han sido capaces de imaginar: la del señorito, el oligarca, el
militar, el cura y el intelectual a sueldo. El nacionalismo supuestamente
progre trata de matizar este asfixiante predominio de la España
nacionalcatólica con gimoteantes referencias a una miserable tradición liberal
española alimentada con cuatro o cinco nombres como Institución Libre de
Enseñanza, la II República, M. Azaña y poco más. En cuanto el nacionalismo
imperial y cuartelario, sintiéndose amenazado, da unas voces de manddo, estas
izquierdas sin pulso ni espíritu (PSOE, Podemos, etc) corren a refugiarse bajo
el espadón de turno, abominan del odioso e “insolidario” nacionalismo catalán y
apoyan la política represiva del Estado contra Cataluña: su ocupación militar,
la dictadura, el estado de excepción, la prisión y el exilio para sus
dirigentes.
El
independentismo, que ha de estar preparado para todas estas trampas, solo
cuenta consigo mismo, con su propio pueblo y el apoyo exterior. Este último
dependerá de la fortaleza interna del movimiento, su consistencia, su voluntad.
Y todo esto, fortaleza, consistencia, voluntad del movimiento solo está
garantizado por un factor: la unidad. La unidad, la transversalidad, es la
clave de la victoria. Si el frente anticatalán consigue romperla, no solo caerá
el independentismo; caerá Cataluña. Preservar la unidad es el imperativo
categórico para estas elecciones.
La
forma más evidente y clara es una única lista electoral de país, pero el asunto
no es dogma de fe y menos en un movimiento democrático. También esto puede
debatirse. La unidad puede tener una u otra forma práctica, sin duda. Pero, sea
cual sea esta, el espíritu, el ánimo, el fondo de la cuestión, el programa, la
acción, debe ser la unidad. Porque el objetivo es único.