En su exilio en Bruselas, Puigdemont, digno sucesor de Marx, que se pasó allí unos años hasta que lo expulsaron, tiene un enorme impacto en España. Si hubiera que buscarle un simil histórico más ajustado sería el del general De Gaulle quien, desde su exilio londinense, encabezó la recuperación de la France Libre, entendiéndose con sus seguidores a través de la radio y la resistencia. Puigdemont lo hace a través de la televisión, los vídeos, las redes, en las que es muy activo, y personalmente.
Su eficacia está fuera de duda. Acaba también de presentar la lista del presidente con el nombre de Junts per Catalunya, que apunta a lista de país con un fuerte liderazgo personal. Se lo explica a Ricard Ustrell en la interesante entrevista que este le hace en Bruselas. No es una lista del PDeCat, sino una del presidente, transversal, insiste, en que entran el PDeCat e independientes. Mutatis mutandis, un toque gaullista, destinado a animar a unas clases medias que pueden querer la independencia, pero no de un determinado color.
El entrevistado es claro al sostener su condición de presidente legítimo de la Generalitat, no de ex-presidente, como le plantea Ustrell y, de hecho, este se dirige a él siempre como "president". La entrevista está llena de aclaraciones muy necesarias en asuntos en los que reinan las brumas de las tertulias.
El presidente no acata el 155, entre otras cosas porque se aplicó unilateralmente. La cuestión de la unilateralidad consumió un tiempo precioso siendo irrelevante. Una vez estuvo claro que el 155 no se retiraría aunque Puigdemont convocara elecciones, la unilateralidad era cosa del Gobierno.
La amenaza de los muertos. Reducirla al puro nominalismo es un modo de esquivar la cuestión. Hubo amenazas de responsabilidad por consecuencias impresivibles y una de ellas, obviamente es la posibilidad de muertes.
La presidencia de la Generalitat. Dependerá del resultado de las elecciones y el acuerdo de coalición que se establezca. Puigdemont encabeza una candidatura con ánimo de ganar, con el mismo derecho que los demás.
La renuncia a la violencia. Expresa por parte de la Generalitat, de Puigdemont, de Junqueras, del independentismo al completo. La cuestión aquí es por qué no hay también una renuncia expresa a la violencia por parte del Estado, ya que se trata de un conflicto político que debe resolverse negociando y pactando. No reprimiendo.
La aceptación de los resultados. El verdadero caballo de batalla. Nadie tiene claro que el bloque nacional español respete los resultados del 21D si no le gustan. Para ello tiene ya preparada una justificación: sean cuales sean aquellos, el gobierno catalán tendrá que acatar la legalidad. La legalidad como la entiende el bloque nacional español.
Y eso es justamente lo que está por ver.
Además de la entrevista a Preguntes Freqüents Puigdemont concedió otra a un canal público de la TV israelí, Canal1 Kan en la que abordaba asuntos de política exterior europea, que no abordó en la otra conversación. Lo que allí fue teoría: "soy el presidente legítimo de la Generalitat", aquí es práctica: este presidente legítimo plantea una consulta en Cataluña sobre la pertenencia a la UE. Otro toque gaullista que, curiosamente, refuerza su imagen de lider nacional catalán nada fácil de contentar. Europa no puede contar con una aceptación acrítica de su fuerza de atracción.
Igualmente es fácil imaginar cómo suena en Israel la pregunta de Puigdemont en la tele ¿quién me garantiza un trato justo en un contexto en el que hay vídeos de dirigentes políticos reclamando mi encarcelamiento y participando en manifestaciones con grupos neonazis?.
Las elecciones son parecidas a las guerras: se sabe cómo se entra en ellas, pero no cómo se sale.
Las elecciones son parecidas a las guerras: se sabe cómo se entra en ellas, pero no cómo se sale.