dimecres, 15 de novembre del 2017

La batalla final

Las elecciones del 21D serán, según se den los resultados, la batalla final o un paso más en el trabajoso y secular empeño de la nación catalana por configurarse como Estado independiente. Todo apunta a que será lo primero. El independentismo votará en masa -tanto si es a lista única o a varias- y conseguirá una victoria considerable. Aunque la dictadura española del 155 haya impuesto unas elecciones autonómicas, en realidad, la consulta equivale al referéndum que el Estado se negó siempre a hacer y, al final, por la estupidez cerril de sus gobernantes, se ha visto obligado a organizar y garantizar ni queriendo. La partición del voto es nítida: independentismo (Puigdemont/PDeCat, ERC y CUP), Unionismo (PP, PSOE y C's) con los Comunes en medio y los de Albano Dante también, aunque más escorados al independentismo. La esperanza de los españolistas es que el resultado sea un empate y que los Comunes puedan decidir. Pero es una esperanza vana. Lo más probable es una mayoría independentista holgada (quizá absoluta en votos) que, con el apoyo de los de Dante Fachín y algunos Comunes (o todos) consolidarán la República Catalana que nació en las calles el 1 de octubre y se consagró el 20 en el Parlamento. 

Aquí mi artículo de elMón.cat. titulado "los últimos coletazos", en el que se pasa revista a la batería de medios que el nacionalismo español ha puesto en pie de guerra para ahogar el independentismo catalán: la UE, el Rey, la policía y la guardia civil, los tribunales de "justicia", los medios de comunicación, los partidos de la oposición (todos), el propio gobierno y su jefe, el de los sobresueldos. Para nada, porque ni conseguirá tapar la corrupción ni impedirá una solución independentista para Cataluña. Aquí, su versión castellana:

Los últimos coletazos.
                                                                                                             
No pudiendo valerse del ejército, como siempre ha hecho, el nacionalismo español ha decidido emplear todos sus demás recursos en contra de Cataluña. Todos y en toda su potencia porque intuye que esta última confrontación es decisiva. Si el 21D gana de nuevo el independentismo y lo hace holgadamente, España habrá entrado en la historia como recuerdo.

El gobierno ha forzado la intervención de la UE a su favor según sus corruptas costumbres, sobornando indirectamente a sus mandatarios con premios “Princesa de Asturias, doctorados Honoris Causa en sumisas Universidades y gestos similares. Y aún así, solo ha conseguido titubeantes apoyos y el incondicional del desacreditado Juncker

Ha sacado al Rey en dos ocasiones con gesto torvo y verbo amenazador. No les ha importado profundizar en el desprestigio de la Corona ligándola a un argumento de parte, de imposición y falta de diálogo, gracias al enésimo Borbón que, como todos, es incapaz de distinguir entre reinar y apoyar una dictadura o apoyarse en ella.

Del empleo que ha hecho de la policía y la guardia civil (un cuerpo militar) innecesario decir nada. Tienen Cataluña bajo ocupación de las fuerzas de represión y están dispuestos a emplearlas sin límite, como ya demostraron con la barbarie del 1 de octubre.

Han convertido la justicia y los tribunales en un frente judicial beligerante que se ha plegado a procedimientos de persecución no solamente ideológicos e inquisitoriales sino inmorales. Esa actividad judicial, orientada por un grupo de pedantes de extrema derecha a las órdenes de la vicepresidenta del gobierno, lleva su odio al catalanismo al extremo de querer arruinar a las personas acusadas mediante medidas confiscatorias propias de regímenes tiránicos. Y eso por parte de un gobierno cuyo partido se ha financiado ilegalmente y sus jefes (Rajoy y la tal vicepresidenta) se han beneficiado personalmente de ello.

Los medios de comunicación audiovisuales e impresos están todos al servicio del gobierno central, en un alarde de manipulación, censura y ocultación de la realidad, gracias a la financiación pública (publicidad institucional) administrada con criterios partidistas. No son medios de comunicación, sino centros de propaganda del partido del gobierno para mentir y criminalizar el catalanismo. La población solo puede informarse a través de algunos medios digitales y las redes sociales.

Tienen a todos los partidos políticos del arco parlamentario, excepción hecha de los nacionalistas “periféricos”, a su servicio. Todos dispuestos a dar una pátina de legalidad a la arbitrariedad y la tiranía de un gobierno que rige el país –no solo Cataluña- al margen y en contra de la Constitución que dice defender, por la vía de la dictadura “constitucional” del art. 155. El apoyo del PP y de C’s viene de forma natural de su condición de extrema derecha; el del PSOE, de sus condición de derecha socialdemócrata, con el empujón de una exigencia del Rey a la que Sánchez se ha sometido; la de Podemos, de su propia incompetencia.

El gobierno mismo se emplea a fondo en la política de intimidación, abuso y arbitrariedad en Cataluña, desmantelando sus instituciones de autogobierno, ahogándolas económicamente, sometiendo a persecución judicial a cientos de cargos públicos y amparando y tolerando la actividad de bandas fascistas/franquistas (en las cuales aparecen agentes policiales de paisano) para sembrar la inseguridad y el miedo en las calles catalanas. Su presidente, el hombre de los sobresueldos, el responsable político (y quizá penal) de la mafia de la Gürtel se permite amenazar al conjunto del independentismo y a la mayoría de la población catalana. Y también insultar a la población del Estado, al afirmar que los políticos que mienten debieran ser inhabilitados siendo así que él no ha hecho otra cosa que mentir desde que está en política y también, supuestamente, de delinquir ya en el gobierno.

El presidente de los sobresueldos dice no tener un “Plan B” para el caso de perder las elecciones del 21D, cosa muy probable pues no parece que la caja B, que sí tiene, le llegue para derrotar limpiamente al independentismo. Aspira a que le dé para hacerlo suciamente (recurriendo al pucherazo en el recuento de votos).pero no está seguro y por eso vuelve a mentir diciendo que no tiene plan B. Claro que lo tiene: aplicación indefinida de la dictadura del 155 hasta que el bloque españolista gane las elecciones, si la UE le deja.

Frente a todo esto, el independentismo ha dado un paso de gigante con la internacionalización del conflicto y ha ganado la batalla de la imagen moral y la legitimidad con el exilio de medio govern y la prisión del otro medio, después de que el pueblo de Cataluña ofreciera un ejemplo único de civismo y dignidad el pasado 1 de octubre. Sería imperdonable, incomprensible, literalmente canallesco, que todo esto se perdiera por enfrentamientos internos, ambiciones y rencillas personales en el bloque independentista.


Lo sabemos todas. Al margen de las cuestiones tácticas de las listas, más o menos comprensibles, el objetivo estratégico solo puede ser uno y concitar la unidad sin fisuras del bloque independentista, incluso durante la campaña electoral impuesta por el nacionalismo español. La libertad de los presos políticos y la libertad de Cataluña, que son lo mismo, solo puede alcanzarse si los partidos independentistas hablan con una sola voz, como hizo el pueblo al que representan el 1/10, auténtica fecha de nacimiento de la República Catalana.