La política, la continuación de la guerra por otros medios algunos de los cuales pueden ser las acrobacias y las burlas, propias de la lucha libre profesional en lugar de los cruentos. En general, los políticos no son belicosos. Pero les gusta aparentarlo. Sea guerra, sea lucha libre, lo esencial es que no hay reglas. Los golpes pueden venirte de cualquier parte. No puedes tener espalda y las palabras son los primeros puñales envenenados, que se clavan al enemigo o al aliado, según convenga.
El País está muy molesto con el anunciado giro izquierdista del PSOE. Las declaraciones antirreferendarias de Sánchez lo han tranquilizado en el frente catalán, pero los compadreos con Podemos le parecen peligrosos. Así, tras haberlo apoyado a medio gas en su enfrentamiento con Susana Díaz, ahora lo castiga restándole votos por su proclividad izquierdista. No se pone aquí en duda la validez de los datos, sino su interpretación. Según el diario el descenso en apoyo electoral (subrayado retóricamente al presentarlo como una reversión de una trayectoria ascendente) se debe al supuesto abandono del centro y la aproximación a Podemos. Pero esa interpretación es tan válida como la contraria, esto es, que se castiga al PSOE por no haberse echado suficientemente a la izquierda. Las redes están llenas de críticas a lo que se considera el retorno del "nuevo PSOE" a las pautas entreguistas del viejo. Es incluso tan válida como una "técnica", esto es, que el electorado se da un respiro antes de consolidar una tendencia porque no es infrecuente que las decisiones electorales de cambio se tomen en dos tiempos.
El PSOE, según este ponderado parecer del que está consagrándose como el diario de referencia de la derecha, debe rectificar el rumbo garantizando dos extremos: la estabilidad del gobierno de la derecha hasta el fin de la legislatura y la unidad de España a base de impedir la realización del referéndum separatista. No se sabe si porque cree que es la condición normal de la política o, por el contrario, por creer que es extraordinariamente anormal, el conservadurismo simula pensar que un gobierno desprestigiado de raíz en toda su gestión por sus prácticas autoritarias y corruptas tiene autoridad para enfrentarse a la reclamación independentista con unos procedimientos que la comunidad internacional ya está dejando claro que no verá con buenos ojos.
Cuando España fue excluida de la ONU, en Madrid aparecieron pintadas falangistas del tenor "Si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos". Muy probablemente, la derecha esté tentada a responder de igual modo delirantemente autárquico ante una eventual intervención exterior en el conflicto con Cataluña. La cuestión es averiguar si esa será también la línea que adopte el PSOE. ¿Cuál es el recto camino del PSOE en la cuestión del referéndum y consecuencias? ¿El mismo que el de la derecha?
El error del nacionalismo español es enfrentarse al independentismo con los conceptos de hace un siglo. El nacionalismo catalán del XIX y primeros del XX se articuló en términos políticos, como asunto de partidos y en ese terreno tuvo las respuesta del nacionalismo español, la misma que este ha empleado en la aceleración del conflicto desde la reforma del Estatuto de 2006. No percibió que el independentismo había dejado de ser un asunto político para ser social en su sentido más amplio; había dejado de ser monopolio de los partidos para convertirse en objeto de las asociaciones de la sociedad civil; había dejado de ser proyecto de clase (si es que alguna vez lo fue) para convertirse en una reivindicación transversal e interclasista.
Ninguno de los perjuicios que el nacionalismo español prevé a consecuencia del independentismo ha hecho mella en este: el de la división de la sociedad catalana, el del empobrecimiento, el de la ocultación de corrupción estructural del 3%, el de la expulsión de la UE. Al final solo queda la conminación al cumplimiento de la ley apoyada en la amenaza del uso de la fuerza. Asegurar que el apoyo del PSOE a esta línea de acción no es propio de la izquierda suena bien pero es falso. Cuando le tocan la fibra nacional, la izquierda puede reaccionar de esta forma y lo ha hecho en numerosas ocasiones.
Lo que debe mirarse aquí no es si apoyar la política de represión y uso de la fuerza es más o menos de izquierda, sino si es racional; si el medio elegido es el adecuado para conseguir el objetivo que se propone. Frustrar el deseo de referéndum del 80 por ciento de los catalanes, negar la reivindicación independentista de millones de personas, impedir la acción de sus instituciones representativas y todo ello por la fuerza no es el procedimiento para mantener la unidad de España. Al contrario, ese uso de la fuerza no será esporádico u ocasional, sino que se convertirá en permanente, lo que apunta a una situación de ingobernabilidad insostenible.
La soberanía de España es limitada tanto hacia el exterior como hacia el interior. Ignorar esos límites es una receta para el desastre y es preocupante comprobar que el PSOE se ciñe al guión.