Las imágenes cambian de significado con el tiempo. Ahí están estos dos, González y Aguirre, felices, contándose chascarrillos. Ahora no pueden ni verse. Seguramente, entonces tampoco. Aunque más por la parte de él porque ella, la soberbia cazatalentos de los grandes expresos europeos, es una panoli. Una panoli entre buitres. Nada de ranas.
Eran tiempos de alegría porque ni ellos daban crédito a la facilidad e impunidad con que cabía hacer las más increíbles trapisondas. Y todos, todos a la vez: alcaldes, presidentes, consejeros, políticos, diputados, concejales, banqueros, empresarios, periodistas, presidiarios. Un bullicio de hampones del sindicato del crimen en una tupida red de expolio del conjunto de las administraciones del país.
El reparto de la tarta publicitaria institucional es tan descarado, se ha hecho con tal desvergüenza política que resulta inverosímil. Los fondos se han repartido en proporción inversa a la difusión del medio y directa a afinidad ideológica a los gobernantes. No es de extrañar que, ante la insistencia de eldiario.es de que hicieran públicas las adjudicaciones por gastos de publicidad institucional desglosadas por medios, ocho ministerios hayan recurrido en vía contencioso-administrativa para no cumplir el mandato de transparencia. Si ocultan los datos es porque problemente, serán más arbitrarios y escandalosos que los de la Comunidad de Madrid.
Más que una subvención o un pago, parece un soborno. Así se explica que, en muestra de gratitud, La Razón contratara a González de baja en la política como brillante columnista a razón de de unos 560 machacantes la pieza, de esas que se pagan a 30 euros a los plumillas. Esto es privatizar recursos públicos con el noble fin de ensalzar la labor política de unos gobernantes hoy en la cárcel por hacer lo que tanto se les alababa: privatizar para ellos, sus deudos, amigos, correligionarios, por una vía u otra, legal o ilegal, con mordidas, comisiones, subvenciones, facturas falsas, lo que hiciera falta. Uno se pregunta en dónde estaba entonces la oposición y para qué servía. Una oposición a la que se ganaban las elecciones a base de hacer trampas.
Unos medios a sueldo es lo peor que puede pasar en una democracia, que es un régimen de información y deliberación pública. Su carácter mercenario ha acabado con su muy renqueante prestigio. El caso/ocaso de El País está siendo muy llamativo. La valoración en escalas internacionales de los medios españoles es de vergüenza y su impacto social muy inferior al que suponen. Sobreviven en una burbuja que han fabricado relacionando los medios impresos con los audivisuales, pero solo han conseguido una versión tecnológica de la corrala madrileña, un mentidero de frenéticas opiniones repleto de cotilleos.
La verdadera tarea de los medios, la información más crítica y veraz, el control del gobierno, la revelación de escándalos, la crítica a los partidos, la vigilancia de las instituciones, la voz de sectores menos escuchados, la hacen hoy los digitales. Son mucho más ágiles, rápidos, tienen un mayor dominio del ciberespacio y mucha presencia en las redes e interactúan con el público con más eficacia que los medios tradicionales.
Si resulta que esos medios tradicionales son parte de la corrupción no es de extrañar que esta, la corrupción, siga escalando puestos en la preocupación de los españoles que son tardíos pero, al final, caen en la cuenta. Es impensable que el PP vuelva a obtener mayoría. Es inverosímil que Rajoy, el responsable de este desastre mayúsculo, vuelva a presentarse.
La sola idea de tener a Rajoy en el pasado, en el presente y, si los dioses no lo remedian, en el futuro debiera bastar para que los demás partidos formaran una opción catapulta, que lo echara de La Moncloa con un posterior gobierno de la izquierda, similar al portugués. Aunque aquí parece más difícil porque "España y yo somos así, señora"