Cataluña es un bullicio, una fiesta que ríanse ustedes de las de Hemingway en París, una alegría contagiosa, la revolución de les somriures que no deben convertirse en llantos, es un despertar de un pueblo, una ilusión colectiva, una esperanza republicana, un horizonte de movilización, un temblor sin temor, un presente agitado, regado con visiones y nostalgias, un homenaje a los muertos una promesa a los no natos, una fiebre, un ágape, una fraternidad y una sororidad y todas sus formas intermedias; a Cataluña se dirigen todas las miradas, torvas o diáfanas, cómplices o antagónicas. Es una embriaguez de acción colectiva de una generación que ha decidido, una vez más, pillar al paso el tren de la historia i portarse a si mateixa mès y mès lluny.
Estar en Barcelona es verse arrastrado en el vértigo de una increíble ambición popular tanto más llamativa cuanto que solo se hace evidente en la calle en momentos solemnes pero luego corre permanente y subterráneamente como un sistema nervioso oculto pero muy activo por toda una nación y un Estado in the making. Cataluña es el punto central de la sociedad de la frontera contemporánea, la que rompe moldes, férulas, cartillas, rangos, órdenes, disciplinas.
Así que hoy, después de la trobada de Molins, Palinuro estará en el programa de Xavier Grasset, 3/24, de TV3, a las 22:00 para hablar de lo que pasa por ahí y, según parece, cerrar temporada con este gran periodista y acompañantes. Un privilegio a cuya altura espera encontrarse el animoso piloto troyano.