Ayer se me ocurrió subir un tuit diciendo: "El debate de Ferraz lo vieron 7 millones. En los avales participó el 70%. Mañana se prevé un 80%. Eso es un partido y no Podemos" y me eché encima una legión de militantes morados enfurecidos y algunos trolls que lo estaban más. Salió de todo: el PSOE es la derecha, los GAL, la Otan, el neoliberalismo, las puertas giratorias, la reforma laboral, la corrupción, la cal viva, el régimen del 78; además, está partido y agonizante y será sorpassado a las primeras de cambio.
Todo eso es posible, no lo niego, pero no hace al caso. El tuit se basaba en datos: 7 millones de espectadores de un debate en la sede del partido, en Ferraz, recogido en las televisiones, pero no organizado por ellas. Participación del 70 del censo en los avales, que da pie a esperar una mayor hoy. Teniendo en cuenta que la participación es la muestra mínima de compromiso con una causa, ese 70 % tiene un valor muy superior al del 10 o 20 % (según la base de cálculo que se adopte) que viene alcanzando Podemos en sus consultas que, a diferencia de las del PSOE, son exclusivamente digitales. Es decir, no hay que moverse de casa para hacerse notar. Es un criterio razonable para sostener que el PSOE es un partido a la antigua (y la moderna) usanza y Podemos, no.
Ni siquiera es un partido, sino una amalgama y con una evidente tendencia a legitimarse por la vía de un movimiento. La lucha de Podemos es, ante todo, por la hegemonía de la izquierda y va orientada contra el PSOE. La oposición al PP se le presume, como a los soldados el valor. Lo que realmente le preocupa es la presencia mediática y la centralidad política que sigue obstinadamente en el campo del PSOE. Es decir, básicamente, Podemos es un espectáculo y, según sus críticos más acerados, un circo. Y un circo con tendencia a la monotonía en los números. La cuestión es qué grado de presencia mediática consigue, que es donde la organización consagra sus esfuerzos y, visto en la comparación con la del PSOE en sus horas más bajas, la conclusión es clara: ninguno. Y no porque haya una conspiración del silencio en contra de Podemos, como sostienen sus seguidores desde prácticamente todos los medios de comunicación, convencionales y digitales, algunos de los cuales están a su completo servicio, sino por falta de interés de su confuso mensaje y pintoresco discurso.
La manifa de ayer, contraprogramaba los mítines de cierre de las dos candidaturas del PSOE con una petición de apoyo a la moción de censura y un elemento plebiscitario en la persona del candidato. La intención, patente, de arrebatar el escenario al PSOE, no se realizó. Los mítines socialistas coparon los medios y las redes y lo harán hoy mucho más. Hoy, la manifa de Sol de ayer es el recuerdo de un acto de nostalgia, tratando de revivir (y apropiarse para una estructura y mentalidad estalinistas) el espíritu del 15M, que, por cierto, se manifiesta el 27, si no estoy en error. Un acto de fuerza baldía, en el fondo, de impotencia porque se congregó a la gente para que apoyara una moción de censura que nace muerta.
Hoy es el día de las primarias del PSOE, se pongan en twitter como se pongan. Y es así porque en ellas se juega mucho más que quién haya de liderar el PSOE. Se juega el destino del centro-izquierda, el futuro de la socialdemocracia, esa corriente en crisis, según opinión extendida. Algo que no es un circo, sino bastante más serio. Hasta El País se ha dado cuenta, lo cual debiera hacerle reflexionar en términos deontológicos sobre cómo ha enfocado estas primarias, a base de apoyar la candidatura de Díaz y atacar la de Sánchez.
En efecto, los socialistas eligen hoy entre dos formas de entender su partido, dos ideas de la socialdemocracia: una social-liberal, conformista, plegada a la derecha y subalterna de esta, dominada por una oligarquía de políticos profesionales cuyo objetivo es que nada cambie, para seguir cobrando; otra socialista de izquierda, de izquierda democrática, capaz de trazar un camino propio entre la derecha franquista y corrupta y la gestualidad espectacular de una izquierda populista que pretende sustituir con gritos lo que le falta en razones. Ese camino existe. Es, precisamente, el que hubiera debido recorrer Podemos de no haber retornado a la casa del padre bolchevique desde los primeros momentos.
Por último, la posición personal de Palinuro, que no es votante en estas elecciones: los socialistas eligen asimismo entre liquidar su partido (votando esa candidatura berlanguiana de la caudilla Díaz) o restituirlo al lugar que le corresponde en el sistema político español, dada la historia de este, el de la centralidad política. Eso solo puede conseguirlo de la mano de Sánchez quien ha probado estar en condiciones de hacerlo, si no por méritos propios anteriores, sí por haberlos adquirido a base de sufrir una persecución vergonzosa en las filas de su propia organización y haber tenido que recurrir al único sector que, tras años de complicidad con la derecha gracias a los entreguistas Zapatero/Rubalcaba, vuelve por sus orgullosos fueros: la militancia.
Porque esto es lo que más duele de la candidatura de Sánchez a partes iguales al PP y a Podemos que, el uno a un lado y el otro al otro, ninguno es un verdadero partido político: el PP porque, en realidad, es una asociación de presuntos delincuentes; Podemos porque no pasa de ser una amalgama de grupos izquierdistas sin discurso. Ayer, lo que más se oyó en Sol fue el término Patria. Hace falta estar en Babia para tragárselo en España.
Por más que se empleen en destruirlo, el PSOE es el único partido en serio que hay en España (otra cosa son Cataluña y el País Vasco) y solo podrá ser destruido desde dentro.
Cosa que sucederá si gana las primarias la caudilla Díaz.