Aquí, mi artículo de ayer en elMón.cat El lunes siguiente a la epifanía del SG del PSOE tene anunciada una conferencia Puigdemont en la Villa y Corte. Viene con Junqueras y Romeva y hablará en el CentroCentro del Ayuntamiento de Madrid presentando, al parecer, una nueva propuesta de pacto o negociación con el Estado acerca del referéndum. No hablará al gusto de todos. El grupo municipal del PP y, según parece, el del PSOE reprueban la iniciativa sostenida expresamente por la Alcaldesa. La oposición desborda el ámbito municipal. El PP planea manifestarse hoy en contra no solo de lo que venga a decir Puigdemont, sino de que venga a decirlo. No quiere escuchar.
El auditorio se llenará seguramente con catalanes residentes en la capital (o que se desplacen por la ocasión), la prensa, los de Podemos y quienes consideren conveniente escuchar las razones civilizadamente expuestas de una de las partes en un conflicto que nos afecta a todos. Los contrarios a escuchar a los indepes catalanes, incluso contrarios a que puedan hablar, tendrán noticia cumplida de todas formas porque los medios la darán. Con lo cual, podían haberse molestado en ir a escuchar en directo pues quedarán igualmente emplazados a dar una respuesta.
Pero no la darán, está claro, porque no la tienen.
Aquí la versión castellana del artículo.
El discurso de Puigdemont en la Corte.
A veces, en las grandes cuestiones de los destinos de los pueblos, los pequeños gestos son más significativos que las declamaciones. En el salón del automóvil, celebrado hace unos días en Barcelona, Puigdemont se sentó en el asiento del piloto de un nuevo simulador dejando el poco lucido puesto de copiloto a Rajoy. El protocolo de la comitiva española entendió que tan sencillo como natural gesto era una afrenta e intentó neutralizarlo sin conseguirlo con lo que consiguió elevar a categoría de Estado un asunto en sí mismo nimio.
Algo parecido está pasando con la propuesta de Puigdemont de explicar en Madrid la posición independentista de la Generalitat. La primera oferta de hacerlo en una sesión plenaria del Senado levantó la misma suspicacia protocolaria y fue rechazada. Se le ofreció hacerlo en una comisión, cosa que el gobierno catalán rechazó. Se le argumenta que no objetó a hacerlo en comisión en el Parlamento Europeo. Pero este Parlamento no es el Senado español, cuya justificación reside precisamente en ser la Cámara de representación territorial de España. Y es raro que una cámara de representación territorial se niegue a debatir –incluso a escuchar- las razones de uno de los territorios que representa y tienen relevancia constitucional.
La solicitud se ha trasladado al Ayuntamiento de Madrid, que sí ha acordado ceder un espacio municipal para la celebración del acto. De inmediato ha habido reacciones contrarias. El grupo municipal del PSOE, por boca de su portavoz, se ha opuesto a la decisión de la alcaldesa. Ni que decir tiene, otros grupos o sectores se suman a la negativa. La Comunidad Autónoma, a su vez por boca de su presidenta, se escandaliza de que se permita un acto que podría considerarse ilegal.
Al final, un gesto sin mayor trascendencia como es que Puigdemont pueda exponer en Madrid, capital del Estado, lo que expone por doquiera dentro y fuera de España, se convierte en un problema político de primera magnitud. El nacionalismo español del PP y del PSOE no solo se niega a escuchar las razones de una reivindicación política pacífica y democrática, sino que pretende impedir que otros las escuchen. Esto es ya más que seguir el consejo de Rajoy de “saber mirar para otra parte” e invade el terreno de la libertad de expresión e información.
Aunque solo fuera por respeto a esos dos derechos de la ciudadanía, se debiera apoyar la presencia de Puigdemont en Madrid. Lo contrario, es decir, lo que sucede, es que se priva a la ciudadanía de la información no manipulada sobre un asunto que le afecta y mucho. Y esta sería la razón más poderosa para facilitar a Puigdemont el acceso a una tribuna a exponer sus argumentos y que la gente pueda hacerse una idea por sí misma, sin que vengan otras partes a contársela. Es absolutamente cierto que Cataluña tiene mucha más información sobre España que España sobre Cataluña.
Está claro el interés para España de la comparecencia de Puigdemont. Lo que no está tan claro es el interés para Cataluña. Hay muchas voces en el independentismo que cuestionan la utilidad de este empeño en seguir ofreciendo diálogo y fórmulas de negociación, habida cuenta de su nulo resultado pasado, presente y futuro. Incluso algunas, más radicales, consideran que el propósito del gobierno de la Generalitat pretende ganar tiempo u ocultar una debilidad o una inseguridad en el cumplimiento de la tarea.
A la hora de justificar cualquier decisión unilateral en el orden de la legitimidad y la moral (porque en el legal ya se sabe que será imposible) es imprescindible que se haya demostrado sin sombra alguna de duda que, habiendo tomado todo tipo de iniciativas en busca de una solución negociada, aquellas resultaron infructuosas por negativa de la otra parte.
A la vista de la situación, crudamente expuesta hace unos días por García Margallo, queda claro que, si los independentistas insisten en hacerse oír en Madrid es solo a estos efectos de agotar las posibilidades. El cumplimiento de sus objetivos dependerá luego de la decisión de las fuerzas políticas, el apoyo de la población y las simpatías que la causa pueda suscitar en Europa ante la eventual represión española.