Da la impresión de que la colectividad está desbarrando. Se persiguen judicialmente los chistes; se condena penalmente a los chistosos. Y, claro, se arma un escándalo por lo que muchos consideran un ataque a la libertad de expresión ya que, en principio, el humor no delinque.
Fue, más o menos, el contenido del intercambio parlamentario en sesión de control entre el diputado de Podemos, Alberto Garzón, y el ministro de Justicia, Rafael Catalá. Garzón cuestionaba el hecho mismo de juzgar a alguien por chistes y señalaba discrepancias judiciales según los tribunales estuvieran compuestos por miembros del Opus Dei o por "personas del siglo XXI". Catalá respondía que no se condenaban chistes sino un delito de humillación a las víctimas del terrorismo. Es decir, en definitiva, un chiste puede ser un delito, porque tendrá toda la humillación que se quiera, pero es un chiste. Y dentro de una tradición nacional de humor negro que es materia de interpretación. Otra cosa sería si habláramos de amenazas. Pero esas no suelen ser perseguidas. Curioso.
El episodio de Wyoming, un peldaño más en esta escala de persecución de la libertad de expresión, cierra un ciclo de verdadero absurdo. La Audiencia Provincial admite la querella de la Asociación para la Defensa del Valle de los Caídos contra el programa el intermedio por un presunto delito de ofensa a los sentimientos religiosos. La acusación va contra un sketch de Dani Mateo, titulado las cinco cosas que nunca te han contado del Valle de los Caídos que, por cierto, es bien ingenioso. Considera la Audiencia que el tal sketch podría estar incurso en el magmático artículo 510 del Código Penal sobre el odio. ¿Odio Dani Mateo? El Valle en cuestión sí es un monumento al odio, un monumento supuestamente a la reconciliación pero en realidad a la victoria de unos sobre otros a quienes, además, se robó el derecho a yacer bajo los símbolos por los que habían caído. Eso es odio. Y no lo de Dani Mateo.
Véase el vídeo. Las cinco cosas de que se habla aportan datos empíricos apabullantes: cuántos caídos yacen, cuántos identificados, cuántos años tardó el monumento en construirse, cuántos trabajaron en la construcción y de dónde procedían, cuánto mide la cruz, cuánto pesa. Son datos fríos, numéricos, no contienen odio. No hay odio en decir que hubo miles de presos políticos trabajando en aquella obra faraónica y en qué condiciones.
La única expresión valorativa, no estrictamente empírica es la calificación de mierda para la cruz. No se olvide, además, que la palabra de las seis letras pone siempre nerviosos a los temperamentos conservadores. Lo sabía muy bien Ubu Rey. Porque por esas andamos. El juicio de mierda dedicado a la cruz es un juicio estético. Si uno no puede decir que el monumento al general Martínez Campos le parece una mierda, realmente el concepto de libertad de expresión al uso es reducido. Aplicar a unos datos objetivos y estadísticos y un juicio estético una presunción de delito de odio, sí que parece un chiste.
Y un chiste de humor negro, macabro. Ese monumento lo es al fascismo. Por eso está enterrado en él el fundador de la Falange. Y, sin embargo es sostenido con dineros públicos, como lo son las organizaciones estilo Fundacional Nacional Francisco Franco. Lo que es un chiste es que la Fundación de marras reciba subvenciones públicas.
En el fondo, la culpa de haber llegado a esta situación de verdadero ridículo es de la izquierda que, pusilánime como siempre, no se atrevió cuando tuvo mayoría absoluta a encontrar una solución para eliminar o, cuando menos, disimular ese horror y resolver el problema de las asociaciones y organizaciones dedicadas a ensalzar y enaltecer la dictadura.
¡Ah! Y, para acabar: al autor de estas líneas, a Palinuro, le parece que, no solo la cruz, sino todo, absolutamente todo lo que hizo el franquismo, fue una mierda. Una mierda y un crimen.
¡Ah! Y, para acabar: al autor de estas líneas, a Palinuro, le parece que, no solo la cruz, sino todo, absolutamente todo lo que hizo el franquismo, fue una mierda. Una mierda y un crimen.