Torrelameu es un pueblo de Lleida, a 14 kms de la capital que celebra este fin de semana su 4ª feria de la República Catalana. La inauguró ayer Lluís Llach y la clausuramos hoy Antonio Baños y un servidor sobre las 12:00. Los dos invitados a presentar nuestros respectivos últimos libros, el de Antonio, La República Possible y el mío, La República catalana, ambos editados por Ara Llibres.
Hay una curiosa semicoincidencia en los títulos, producto de nuestra común convicción republicana. No es mi único punto de concidencia con Antonio que encabezaba la lista de la CUP en las elecciones de 2015 en la que me incluían también en el muy simbólico último lugar, aunque tampoco pudo ser porque la junta electoral lo impidió por falta del requisito de empadronamiento. Y tenemos, creo, otros puntos de coincidencia, pero este es el más relevante, dado que venimos una feria republicana. Los libros, además, son relativamente complementarios. El mío versa sobre la situación actual, cómo se ha llegado aquí y cómo, a partir de aquí, los catalanes pueden alcanzar su república. El de Antonio arranca una vez proclamada la República catalana. El mío va del presente; el suyo, del futuro. Del futuro de este presente concreto. En tal sentido, podría calificarse de una utopía y, con mayor exactitud, una ucronía porque el lugar, Cataluña, está. Lo que no está es el tiempo que aún tiene que llegar. La República catalana sale de la cabeza de Baños casi como Palas de la de Zeus. Digo casi porque no viene armada ya que si no yerro, nada se dice de un ejército catalán. Ni de algunas otras cosas que los autores al uso suelen tratar en los proyectos de organización política. Porque La República possible es una república catalana, pero de Antonio Baños, una república personalísima. Cuando los intelectuales imaginan proyectos políticos se les ocurren cosas ingeniosas. En la Constitución del Estado Libre de Fiume, que redactó D'Annunzio en 1919 para la ciudad que conquistó al frente de los Arditti, se declaraba la música una institución básica del Estado porque, decía el poeta, "No es noble una raza por crear un Dios a su imagen, sino por crear una canción para rendirle homenaje". Así, Baños, que propone no declarar ninguna lengua oficial de la República catalana. Se diría que proyecta una especie de torre de Babel ordenada con un criterio libertario.
Mi caso es más simple. Me gustaría ver una República española, pero no tengo nada contra una catalana apoyada por la mayoría de la población. Me temo que la segunda es más probable que la primera.