El título es un homenaje a una serie muy graciosa de espías que se publicaba el magazine MAD allá por los sesenta, obra de un exiliado cubano. Y tiene que ver con la nueva historia de espías en la Casa Blanca.
Trump acusa a Obama de haberle pinchado los teléfonos de la torre Trump y dice que es un nuevo Watergate. Por razones obvias, Obama desmiente tajantemente aseverando que "nunca se vigiló a un ciudadano estadounidense". ¿Qué va a decir? Seguramente no haya estado en el ánimo del presidente, pero afirmar que en ocho años de mandato el FBI no ha pinchado el teléfono de ningún ciudadano en los EEUU, con la obsesiones de seguridad que hay por ahí es difícil de tragar. El hecho es, sin embargo, que el director del FBI pide al gobierno que desmienta a Trump. Eso suena algo más razonable. Es poco creíble que alguien se haya empeñado en pinchar los teléfonos de este personaje que ya dice en público y a gritos lo que otros callan ladinamente.
Por razones que no hacen al caso ando estos días enfrascado en el asunto Watergate. Y lo gordo de aquello no fue el pinchazo de las oficinas del partido demócrata, con el que arrancó el escándalo, sino lo que a raíz de ello se descubrió: toda la administración Nixon estaba corrompida de arriba abajo, las instituciones, los ministerios, el FBI, todo se empleaba para vigilar y espiar a los adversarios, chantajearlos, amenazarlos. Es poco probable que haya sido el caso de la administración demócrata de Obama.
De cualquier forma, la acusación de Trump ya está lanzada. Ahora tiene que probarla. O irán por él. Y harán bien.