En el caso de que Díaz ganara las primarias no sería por sus apoyos, sino a pesar de ellos. Porque es duro que a una la apoyen González, Rubalcaba, Zapatero, los votantes del PP, el ABC El País y otros medios, así como el conjunto del establishment, el de los intereses creados. Todo ello dibuja una típica candidatura "oficialista", tradicional perdedora en las primarias socialistas en donde suele ganar el afuereño.
En este caso, el afuereño Sánchez tiene la ventaja de ser de la casa y proyectar un aura legendaria de víctima del oficialismo más depredador. La clara hostilidad que el exsecretario general despierta entre los barones y las viejas glorias (o desgracias) del PSOE es un índice del grado de deriva derechista que el partido ha venido realizando ya desde los tiempos de Zapatero. La aparición de Podemos y la remota posibilidad de una alianza de izquierdas con el PSOE saca literalmente de quicio a estos socialistas de derechas, más preocupados por la estabilidad de la monarquía y la unidad de España que por la justicia social. En esta última metaidea de la unidad de España es donde la oligarquía del PSOE quiere sacrificar a Sánchez, a quien acusan de proclividad a la negociación con el independentismo. Por eso apoyan a Susana Díaz, porque incorpora un estilo populista, patriótico-español y caudillista. Una combinación presta a entenderse con el PP en una especie de "unión nacional" ante la Patria en peligro.
Frente a la candidatura oficialista, de orden, bien vista por la derecha del PP y la del PSOE, pregonada en los medios con grandes fanfarrias, se alza la del afuereño apoyado por una especie de rebelión general de las bases que, habiendo encontrado un líder en el infortunio, se han organizado espontáneamente en su apoyo con una clara conciencia de regenerar el partido.