La Universidad Pablo Olavide, sita en la carretera de Utrera, km. 1, en Sevilla, organiza una jornada sobre el siempre palpitante tema del nacionalismo y los nacionalismos en España y ha decidido invitarme a participar, cosa que considero un gran honor. Efectivamente, se trata del tema de los temas en nuestro país y, aunque mucha gente -incluso mucha que debiera estar mejor informada- se obstine en ignorarlo pensando que así no se manifestará, está siempre presente en el fondo y no tan en el fondo de todos los acontecimientos colectivos en el último siglo.
El problema de España es su articulación territorial. El franquismo (40 años) quiso suprimirlo por la vía del crimen y la represión; la transición (otros 40 años) quiso ignorarlo por la vía del disimulo. Y, al final, aquí está de nuevo, pues no se puede soslayar. La confrontación que está poniendo en jaque la renqueante estructura del sistema político de la Constitución de 1978 es el nacionalismo o, por mejor decir, la pugna entre el nacionalismo español (un nacionalismo castellano hipostasiado) y los nacionalismos periféricos, singularmente el catalán.
La jornada de la Universidad promete ser muy interesante, con ponentes de alto nivel, exceptuándome a mí.
El lugar será la sala de Grados del Edificio 7 de la Universidad Pablo de Olavide.
La fecha, el 9 de noviembre y la participación de Palinuro, entre las 12:00 y las 14:00.
Mi intervención versará sobre España, un Estado plurinacional con un enfoque mitad histórico-empírico y mitad normativo. España es, de hecho, un Estado plurinacional, aunque no lo haya admitido nunca de derecho en su historia y haya cometido todo género de barbaridades para ignorarlo. Y, si quiere sobrevivir, deberá aceptar su condición plurinacional normativamente. Para ello basta con que lo admita y reconozca a las naciones que la componen el derecho a separarse cuando quieran.
Mi intervención versará sobre España, un Estado plurinacional con un enfoque mitad histórico-empírico y mitad normativo. España es, de hecho, un Estado plurinacional, aunque no lo haya admitido nunca de derecho en su historia y haya cometido todo género de barbaridades para ignorarlo. Y, si quiere sobrevivir, deberá aceptar su condición plurinacional normativamente. Para ello basta con que lo admita y reconozca a las naciones que la componen el derecho a separarse cuando quieran.
Allí nos vemos.