Hay una pregunta recurrente en la opinión y en las redes: ¿cómo puede el PP mantener tan alto apoyo electoral con el desastre y el expolio que su gobierno procura? Como explicación, muchos piensan que a sus electores les falta un tornillo o son una manada de borregos. Pero no se atreven a manifestarlo porque está mal visto ofender al electorado de quien se dice que es sabio, vote lo que vote. Y es bastante cierto. Quienes arremeten contra el electorado del PP por no saber lo que vota debieran preguntarse qué otra cosa hay por votar.
El gobierno de Rajoy es irrefutablemente un desastre sin paliativos. Con un presidente en los papeles de Bárcenas, unos ministros que solo compiten en incompetencia a veces en grado sublime, un partido en los tribunales y carcomido por la corrupción debería haber sido ya depuesto por la voluntad popular. Sin embargo se mantiene y sigue proveyendo materia para la acción de la justicia. Parece haberse haberse descubierto otra trama de facturas falsas y habituales trapisondas pero que ahora afecta a diputados y senadores del PP a través del inenarrable Martínez Pujalte. Una especie de gurtelina en el Parlamento y de la que, por supuesto, Rajoy tampoco sabrá nada. De responsabilidad política, menos que nada. Y, cuando no es el presente o el futuro, vuelve el más turbio pasado del PP. Esos miles de pisos que Botella, al parecer, malvendió a un "fondo buitre", con un regalo oculto al comprador vaya usted a saber a dónde van a parar.
Con todo y con eso, a la hora de entender el comportamiento del electorado, conviene averiguar qué alternativas tiene este al voto al PP. ¿C's? ¿PSOE? ¿Podemos? Para los nacionalistas catalanes y vascos la cosa es más fácil pues tienen mayor gama en donde elegir. En el Estado, descartados C's que han pinchado en su original empeño de constituirse en "marca blanca" del PP, solo queda una izquierda sumida en una crisis y un fraccionamiento sin precedentes.
El estado del PSOE es alarmante. Unos militantes han llevado a la Junta a los tribunales. La oposición de la militancia arrecia, con tintes insurreccionales. Entre tanto, los gestores, parece que ilegales, de este desaguisado, no se sienten interpelados y andan haciendo planes a meses vista mientras tratan de controlar el congreso y las primarias. Los barones están callados. Los bonzos, también. Solo habla El País, encargado de la doctrina. Había que evitar terceras a toda costa. El barómetro del CIS de octubre corrobora ese temor pues el PSOE se hunde, mientras el PP se mantiene. Para evitar esa situación es mejor adelantarla. Con un PSOE subalterno, gana la gobernabilidad del Reino.
En Podemos las cosas no pintan mucho mejor. El Sorpasso ha perdido mucho encanto. No solamente se quería fastidiar al PSOE y humillarle el orgullo sino, también, convertirse en partido de gobierno. Se quería sustituir al PSOE en todo, en lo bueno y en lo malo. Pero el barómetro muestra un cuadro pesimista: hay sorpasso, sí, pero no cercanía al gobierno ni en solitario ni en alianza las dos fuerzas de la izquierda. Podemos supera al PSOE pero no porque aumente mucho (el barómetro le da 0,7 décimas de aumento) sino porque el PSOE pierde mucho más. Esto es, el resultado vaticinado da la mayoría al bloque de la derecha (PP y C's) frente al de la izquierda.
Esa es la razón del alto suelo electoral del PP: la ausencia de alternativa viable. Si se articulara una, bien fuera de una sola, bien de las dos fuerzas de la izquierda, seguramente los vaticinios cambiarían. El electorado puede no ser tan sabio como los políticos que le dan lecciones, pero tampoco es estrictamente estúpido.
La izquierda no es una alternativa creíble. El fraccionamiento y los enfrentamientos son enfermizos. Al menos comparados con la unidad pétrea que ofrece la derecha. Nada de críticas internas y mucho menos externas: plena coincidencia en la obediencia al mando. El partido está en los tribunales, pero sigue siendo un instrumento perfecto para la política.
La izquierda, en cambio, ni siquiera se entiende a sí misma. En el PSOE no tienen decidido de qué lado inclinarse ni cómo. Han desatado una dinámica de hostilidad interna que será muy difícil de restañar.
Con el "caso Espinar", el enésimo que sufren, los de Podemos sufren el ataque a fondo del frente mediático de la derecha. Algo que habían intentado sortear propiciándose algunos medios y haciéndose con otros. Nada comparado con la maquinaria mediática de la derecha en conjunción con el aparato institucional del Estado. En estas circunstancias, el debate que enfrenta a los dos sectores de Podemos (con el añadido de IU) sea sobre si aliarse o no con el PSOE demuestra que, en efecto, la izquierda no tiene arreglo.
Y si la izquierda española no tiene arreglo, no sirve para nada a la hora de encontrar vías de entendimiento con el independentismo catalán. Muy probablemente una de las razones de la implosión del PSOE.