La sociedad mediática vive a velocidad de vértigo. El "caso Espinar", del que aún nadie sabe en qué consiste en concreto, aparece ya cerrado para siempre, como el caso Madoff o el crimen de Cuenca. Lo interesante ahora no es si hay tal caso o no, sino los efectos en cascada que ha producido y que revelan las turbulencias de fondo en la gran alianza de IU y Podemos. Juicio condenatorio de Cayo Lara; réplica destemplada de Pablo Iglesias; contrarréplica indignada de Alberto Garzón. Y, de momento, nos quedamos aquí. La nueva política es idéntica a la vieja, al menos, la tradicional de IU: bronca a todas horas.
El señor Martínez Pujalte, exdiputado del PP, acaba de ser imputado por un juez por sendos presuntos delitos de falsedad y cohecho. Algo mucho más definido que "el caso Espinar". ¿Espera alguien escuchar a algún cargo del PP condenando al imputado? ¿Espera alguien siquiera un rumor de descontento? Esa es una diferencia marcada entre la derecha y la izquierda. En la izquierda, un indefinido "caso Espinar" que ni está ni es probable que esté en los tribunales, provoca un terremoto interno y saca a luz fracturas ocultas con amago de posteriores enfrentamientos. En la derecha algo mucho peor no suscita ni un suspiro.
Ese exagerado sentido crítico consigo misma de la izquierda es una de sus perdiciones. Sentido crítico no demasiado realista porque si hay algo humanamente probable es que la fuente del "caso Espinar" esté en el propio campo, en la candidatura que se enfrenta a la de Espinar por el Podemos de Madrid. Por supuesto, tal cosa ni se menciona directamente, pero se da a entender si, como dice Iglesias, se trata de una campaña de El País para hacerle daño a él, pues la candidatura de Espinar es la que él apoya. En el otro lado se hará caso omiso de la atribución de responsabilidad, pero habrá enfado por el hecho de que el líder se haya decantado públicamente por la candidatura de Espinar y quizá se pida un apoyo explícito de Errejón. Con lo cual ya tendremos montada un pelea de líderes por el mando, por equipos interpuestos, pero exclusivamente personal. La política aquí no cuenta y la ideología ni se sabe lo que es. Se trata de una lucha por el poder. ¿Qué otra explicación tiene montar una especie de primarias no de candidatos sino de programas dentro del mismo partido?